La patria convertida en piñata es una olla de barro con forma de gallina repleta de dulces que caen cuando los diputados golosos la aporrean. Los invitados a la fiesta no tienen empacho en rendirse suavecito, aceptando en nuestro nombre inmensos e inauditos créditos que cada año se aprueban a cambio del palo para pegarle con los ojos vendados a la piñata, y así nos endeudan una y otra vez, por los dulces. La deuda contraída la pagaremos todos nosotros, los ciudadanos, no aquellos diputados que posiblemente se beneficiaron, y un día tendremos que admitir que Guatemala ya no nos pertenece, sino somos nosotros su propiedad.
Guatemala es una cárcel para reclusos, tormento de esclavos obligados a residir sujetos a leyes redactadas en contra nuestra, para servir a empresas locales e internacionales que nos brindan bienes y servicios obligatorios para sobrevivir. Y estamos atrapados, porque nuestro pasaporte tiene tan mala fama que somos considerados un peligro en otros países, y se van solo quienes se aventuran ilegales subidos en la “bestia”.
Jaula de oro para unos o cárcel para la mayoría, el territorio ya no nos pertenece, y la ley favorece con impunidad a las transnacionales de los celulares, tal y como hace un siglo se practicaba de oficio con las bananeras. Nosotros no tenemos ni Corte de Constitucionalidad que nos defienda.
Las empresas compran el derecho de ser las únicas en vender el servicio a 14 millones de miserables sin educación, seguridad ni salud, y despojados de libertad para elegir otro destino, porque nacemos y morimos pagando las cuentas a quienes nos entregaron los diputados sin conciencia, políticos que pasarán inadvertidos y no lograrán monumentos ni les importa.
La nueva deuda de US$280 millones para desarrollar la ruta que lleva de Escuintla a El Salvador, no la tradicional que es una vergüenza, sino la siniestra ruta del oro, fue aprobada sin discusión, como Emergencia Nacional. En el Congreso no hubo oposición ni gruñidos de lobos cubiertos con piel de oveja. Y me temo que aquellos padres de la patria que nos vendieron estarán aferrándose al viejo refrán de que la vergüenza pasa, pero la fortuna se queda en casa; mientras, quienes observamos el proceso, nos dejamos llevar por el piensa mal y acertarás.
Quienes aquí nacimos y voluntariamente elegimos permanecer, quizá seremos testigos del naufragio.
Publicado el 29 de mayo de 2014 en www.elperiodico.com.gt por Méndez Vides http://www.elperiodico.com.gt/es/20140529/opinion/248307/
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