La agitación innecesaria con los aliados le da ventaja a China 6 de septiembre de 2022 Nicolás Virzi
Mientras Estados Unidos ataca a sus aliados más firmes, se está perdiendo el panorama general: China está desembarcando en las costas estadounidenses. (GPA)
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El gobierno de EE. UU. ha priorizado la lucha contra la corrupción en el mundo en desarrollo, como se refleja en la política oficial del Departamento de Estado de EE. UU. Esta política se traslada a la política de USAID, y en ninguna parte se implementa esta política con mayor fuerza que en América Central, especialmente en Guatemala.
Esta cruzada de corrupción ha revelado nuevos niveles de hipocresía y ha socavado las relaciones diplomáticas con aliados clave. En medio de la tensión, China está aprovechando la oportunidad y ganando terreno en América Latina, tanto comercial como militarmente.
En pocas palabras, la teoría sobre la que se basa esta política es que al controlar la corrupción y fortalecer las instituciones en países como Guatemala, seguirá el crecimiento económico. Con más oportunidades económicas, los flujos de inmigración ilegal hacia los Estados Unidos disminuirán.
Dadas las muchas acusaciones de politización y corrupción de instituciones estadounidenses alguna vez reverenciadas (el Departamento de Estado, el FBI, el Departamento de Justicia y la CIA) y de los principales políticos estadounidenses (Pelosi y Biden), no es de extrañar que este argumento persuasivo a menudo caiga. en oídos sordos en el extranjero. Los líderes políticos, empresariales, académicos y de la sociedad civil extranjeros siguen de cerca los acontecimientos actuales en los Estados Unidos. Muchos son conscientes de que la premisa de que Estados Unidos está en una posición moral superior para dictar a otros países cómo deben manejar sus asuntos es inestable, por decir lo menos.
Estados Unidos es el país desarrollado con peores notas en control de la corrupción, según los últimos datos del Banco Mundial. En esta variable, Estados Unidos ocupa el puesto 34 en el mundo, ni siquiera cerca de estar entre los primeros 25. Estados Unidos obtiene peor puntaje que Andorra, las Bahamas, Bután, Brunei e incluso los Emiratos Árabes Unidos.
A pesar del pobre ejemplo y credibilidad que Estados Unidos presenta al mundo, la política estadounidense es correcta al asociar un mayor control de la corrupción con mayores niveles de desarrollo económico y calidad de vida. Países desarrollados como Estados Unidos obtienen mejores puntajes que el promedio mundial en la lucha contra la corrupción, economía
rendimiento y cualquier otro indicador de bienestar. Los datos de los diferentes indicadores son demasiado numerosos para mencionarlos aquí, pero las correlaciones son fáciles de verificar.
Sin embargo, la clara asociación entre el control de la corrupción y el bienestar nada dice acerca de cómo los países llegaron a mejores calificaciones para la lucha contra la corrupción y el desarrollo. Lant Pritchett, economista de desarrollo de la Universidad de Oxford, argumenta que la regla general es que los países primero crezcan y luego controlen la corrupción. Según Pritchett, no se trata de que los países en desarrollo primero tengan que llegar a un “mundo de reglas” para lograr un crecimiento económico sustancial. La clave es, una vez iniciado un episodio de crecimiento, generar un ciclo de retroalimentación positiva donde el crecimiento engendra una mejora institucional, que a su vez sustenta el crecimiento económico.
El argumento de Pritchett le da la vuelta a la estrategia anticorrupción de Estados Unidos. Hay muchas razones para cuestionar la narrativa del crecimiento y la corrupción en Estados Unidos. En primer lugar, está el argumento político. Estados Unidos presiona a aliados clave en América Central, como Guatemala, a veces de manera agresiva, y trata de imponer una solución rápida a un problema de corrupción persistente. Esto ha causado una gran agitación política en Guatemala. China, que ha hecho enormes incursiones en América Latina, no impone tales demandas a los países con los que comercia e invierte.
Al presionar a sus aliados clave en Centroamérica, la narrativa estadounidense es que la inversión extranjera no llegará donde haya corrupción o falta de democracia. Esa narrativa es demostrablemente falsa. Por ejemplo, los propios Estados Unidos son un inversor líder en China. Ha multiplicado por once su inversión en ese país dictatorial desde el año 2000. Después de Estados Unidos, China es el principal destino de inversión extranjera directa en el mundo, por lo que no son solo las empresas estadounidenses las que optan por invertir donde no hay democracia y mucha corrupción.
En segundo lugar, está el argumento económico. Menos corrupción no ha demostrado ser necesaria para un mayor desempeño económico. Los datos históricos de corrupción son de reciente creación, lamentablemente, pero desde 1996 el Banco Mundial lleva registros de los países en materia de gobernabilidad, con sus indicadores de gobernabilidad a nivel mundial. Si uno toma los 136 países en desarrollo o en transición con clasificaciones percentiles (0 a 100, siendo 100 el mejor) en 1996 y compara cada uno con su correspondiente aumento en el producto interno bruto (en dólares constantes de 2015) de 1996 a 2021, la correlación es negativa ( -0.33), aunque solo moderadamente.
Otra forma de analizar la relación entre el control de la corrupción y el crecimiento económico es medir el cambio en el rango percentil para el control de la corrupción frente al cambio porcentual en el PIB real. Esta medida refleja para 137 países en desarrollo o en transición una correlación positiva, pero insignificante e insignificante (0,15). Varios países flaquearon en sus rankings de percentiles para el control de la corrupción, pero, aun así, lograron aumentar sustancialmente su PIB. Destacan Camboya y Panamá. Algunos casos apuntan a lo contrario, como Myanmar, Irak y Georgia.
Las dimensiones políticas y económicas del argumento estadounidense de priorizar la corrupción por encima de todo, en un intento de provocar cambios positivos, están resultando contraproducentes. Según los informes, China está buscando una presencia naval en Nicaragua, lo que sería un cambio de juego permanente para los intereses de seguridad de Estados Unidos. Mientras Estados Unidos ataca a sus aliados más firmes, como Guatemala, se está perdiendo el panorama general: China está desembarcando en las costas estadounidenses.
Estados Unidos haría bien en bajarse de su caballo alto y trabajar con aliados probados en sus propios intereses.
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