El costo de las interpelaciones

ALFRED KALTSCHMITT

 

Partidos, partidos en pedazos. Migas dispersas después de levantar la mano del juramento para recibir el panote público para legislarlo en el horno de lo personal. Eso es lo que acontece con la excepción de unos cuantos legisladores, que a mi juicio, no levantan la voz, ni han sabido capitalizar el descontento de la ciudadanía para amplificar la horrenda hediondez, el asqueante, oneroso e irresponsable desempeño del Congreso, partido en mil pedazos por una interpretación -dizque constitucional-, que tiene paralizado el Legislativo a costa de enormes sacrificios, y un precio altísimo para la gobernabilidad del país.

Ese no fue el espíritu que los constituyentes quisieron imprimirle a todo el tema de las interpelaciones. Es una desfiguración evidente, un tapabocas al debido proceso legislativo, aunque se escuden en la jerigonza infame de una redacción absurda.

San Nicolás es un préstamo cultural de los holandeses, ahora vestido de Santa Claus barbudo y panzón. La interpelación actual es una aberración desfigurada, un engendro malinterpretado, producto del desvarío ambicioso, babeante de los partidos, que llevan años utilizándolo para paralizar la agenda legislativa y por ende, toda la cosa pública.

Algo anda mal, cuando una ministra de Educación, que tiene bajo su mando a más de 160 mil empleados y un presupuesto de Q10 mil millones, tenga que estar sentada por más de 75 días hábiles; por obligación legislativa, so pena de encierro y persecución esperando en el Congreso el final de la interpelación del ministro de Cultura.

¡Y ni siquiera comienza su interpelación! ¿Cuánto tiempo pasará contestando preguntas impertinentes, para alargarla lo más posible y entrampar la agenda del próximo año? Esto es un absurdo, una abofeteada a los guatemaltecos que elegimos semejantes engendros legislativos.

Una fuente me dice: “Quien solicitó la interpelación es la bancada Líder, y la jefatura de bloques decidió el año pasado —bajo la presidencia de Gudy Rivera— que la interpelación se fijara para iniciar “inmediatamente después de concluir la del Ministro de Cultura”. Como el debate de esta interpelación no termina, tienen a la ministra, “encerrada”, sin poder salir del país, ni gozar vacaciones. ¿Acaso no es esta una absoluta falta de respeto a las prioridades de un ministro? ¿Se puede calcular en términos de perdida económica, eficiencia, atrasos, lo que esto significa para el país?

Esto deviene, también de haberse perdido el sentido de la figura del presidente del Congreso. La ley es clara. Cuando un diputado pida una interpelación, es el presidente del Congreso quien fijará dentro de las dos sesiones siguientes la fecha de la interpelación. En este caso, el anterior presidente fue a “preguntarle a jefes de bloque” cómo establecían las interpelaciones… y ellos tuvieron la graciosa ocurrencia de ponerla inmediatamente después de concluida la del ministro de Cultura. Hubiera sido perfectamente válido que el presidente del Congreso la fijara para la sesión inmediata después de haber terminado la interpelación del ministro de Cultura.

¿Se atreverá el actual presidente del Congreso a ponerle coto a este estúpido acuerdo que atenta contra los intereses del país y genera enormes pérdidas? Llevaremos la cuenta…

Lo más trascendente de esta tragedia que si hubiese voluntad política en el Congreso se podría regular el tema de las interpelaciones de una manera razonable y democrática. ¡Pero no lo harán… porque no les conviene! Porque seguirán queriendo abusar de este intríngulis perverso. Que los juzgue la historia.

 
Publicado el 06 de diciembre de 2013 en www.prensalibre.com por Alfred Kaltschmitt 
http://www.prensalibre.com/opinion/costo-interpelaciones_0_1042695746.html

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