Una realidad perversa

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La democracia convertida en un negocio de mafiosos no tiene sentido.

Aquí no enseñan a pensar, solo sabemos sentir y decidir mal, sucede en la política eligiendo gobernantes ineptos y corruptos dedicados a movidas con mafias que surgen de las tinieblas, sacrificando al pópulo que mira asustado el envilecimiento, al convertir el Estado en socio de la delincuencia organizada. Las consecuencias son fatales. Los pobres se vuelven miserables y obligados a vivir una realidad insoportable en condiciones propias de un Estado mafioso, prefieren emigrar endosando el problema al tío Samuel. Al negocio de los políticos se suma la extorsión implacable al panadero, tiendas, transporte, etcétera, parecido a las películas de la mafia siciliana con la diferencia de que su código de conducta la obliga a respetar a los marginados. Aquí rasuran parejo, por eso la Baldetti se gastó US$29 mil en zapatos, US$100 mil en el mariachi Vargas de Teculután en el cumpleaños del jefe de jefes, US$3 mil en un cincho Hermes y todavía le sobró pisto y ganas para la compra frenética de un par de nalgas made in China a US$10 mil cada una. El descalabro es total y será peor si no se moderniza el Estado preparando jóvenes para administrarlo. Los políticos pícaros ofrecen el oro y el moro por la guayaba y lo peor es que saben que no saben gobernar, solo robar. Es triste que por tanto tonto y ladrón suelto, elegir un Presidente capaz y honrado sea una excepción admirable.

La corrupción no nace por generación espontánea, es creada y articulada para satisfacer la codicia del ser humano que sin importarle la degradación, vive encadenado a su tragedia. Con la voluntad amarrada pierde su libertad, la identidad y convertido en objeto lo marean los excesos y cree que es prófugo de la eternidad, disfrutando orgías de todo tipo empezando por las financieras. Sin agotar el deseo de transgredir la ley ni los principios, actúa de forma meticulosa y no se inmuta ni se imagina que el tiempo desnuda los escándalos uno tras otro o en forma simultánea, si la perversidad lo permite. El final del periplo delictivo es la cárcel y humillado vuelve a su pobreza material y espiritual, –a su origen–, refugiándose falsamente en la Biblia. Nunca se arrepiente, solo pasa de los suspiros a los lamentos, como le sucede a muchos en el caso de cooptación del Estado. En esos delitos el juzgador tiene la obligación moral y ética –atendiendo al bien común– de aplicar la pena máxima establecida en la ley, sentando un precedente para que esa felonía no se repita evitando una catástrofe social, derivada de la conducta delictiva de los que se pervierten olvidando su lealtad al pueblo que los eligió, condenado a una maldición por su propio voto sin merecerlo.

Socialmente es sano y necesario investigar varios gobiernos de forma profesional y objetiva por la CICIG y el Ministerio Público, caiga quien caiga sin prejuzgar. Conocer el lado oculto de la historia puede convertir los rumores en verdades amargas o disipar dudas ingratas de los que cargan costales de lodo que no les pertenecen. No pueden seguir ocultando la verdad, no vivimos en el siglo XII. Con recursos, determinación y tecnología la investigación criminal da resultados positivos como sucede en los casos de corrupción que se ventilan en los tribunales. Por otra parte, sin distraerse en el tema Jimmy debe implementar reformas urgentes y profundas en diferentes áreas: financiera, económica, política, legal y social, no quedarse en intenciones sin concretarlas, dejándole la pacaya al futuro gobernante. El crecimiento de las necesidades sociales es geométrico y el de los ingresos del Estado matemático, limitando la capacidad de cumplir sus obligaciones y de no adoptar decisiones oportunas el colapso es inevitable. La democracia convertida en un negocio de mafiosos no tiene sentido y de seguir esa ruta, como dicen porái: mejor toma tu tomate con la señal de ley.

Publicado por www.elperiodico.com.gt el 21 de Junio 2016 por Amílcar Álvarez
http://elperiodico.com.gt/2016/06/21/opinion/una-realidad-perversa/

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