¿Realmente somos víctimas?

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La convulsión social-identitaria que vivimos, por las capturas que Cicig/MP efectúan periódicamente, nos debería llevar a una profunda reflexión llena de preguntas: ¿Qué ha ocurrido para llegar a este estado de cosas? ¿Qué hicimos para que ocurriera? ¿Por qué abandonamos valores que hubiesen hecho sonar alarmas con tiempo?

No hay que echar exclusivamente la culpa a políticos y jueces y obviar que detrás de ellos hemos estado los votantes y quienes se adaptaron al sistema rentista o se aprovecharon de él. ¿Cuántos tenemos permiso de conducir obtenido correctamente? ¿Qué facturas —incluso de amigos— no deberían estar incluidas en la declaración del IVA? ¿Por qué no respetamos los semáforos a partir de que oscurece? ¿Qué razón justificativa ofrecemos para lanzar basura a la calle? ¿Somos capaces de aguardar una fila en vehículo o a pie? ¿Cuántos accidentes hemos visto —o provocado— e ignorado y continuado la marcha? ¿Quién tiene escriturada su casa por el valor real de compra?, etc. El país ha funcionado así por décadas y nosotros —todos, sin excepción— lo permitimos por acción u omisión, y perdonamos y “limpiamos la conciencia” con un: “yo no fui”.

El escándalo que vivimos casi a diario, un tanto fariseo por cierto, supera la ficción más imaginaria y obedece al asombro de lo que se revela pero, en mayor medida, a la vergüenza no reconocida que cada cual asume como cuota de responsabilidad ¡Claro que se sabía lo que pasaba!, quizá no con tanto detalle, pero no aleguemos ignorancia de un esquema de corrupción que aceptamos y del que nos “beneficiamos” por años, aunque ahora paguemos el costo.

El “héroe nacional” en toda esta movida ni siquiera ha sido Cicig/MP, sino un colaborador eficaz. Una figura, más anglosajona que latina, que ha venido a ser el motor de cambio, amén de la concurrencia de otras muchas circunstancias sobradamente tratadas. No hubiese sido posible conocer el detalle milimétrico de los chantajes promovidos desde el Gobierno, con aquiescencia de otros sectores, sin que un testigo descifrara públicamente el jeroglífico.

Nunca es tarde para los baños de pureza, tampoco para cambiar y superar este pasado del que deberíamos avergonzarnos por generaciones para que no se repita. Es significativo el silencio cómplice que guardan partidos políticos y autoridades, todos ellos a la espera de que cada día pasen las 6 am sin novedad, ya que el famoso “jueves de Cicig” se ha extendido a martes, a sábado… y cualquier día es bueno para detener a canallas. Se había olvidado el caso “estrella” de La Línea, frente al más impactante de TCQ, pero apenas estaba entendiéndose este cuando fue superado por el denominado La Cooperacha. A la fecha son tantos los implicados que se confunden los procesados y se olvida rápidamente quiénes tienen orden internacional de detención.

Faltan todavía muchos en la lista, especialmente del poder Judicial, no depurado con la misma intensidad que el Ejecutivo o el Legislativo. Parece que “barrer hacia afuera” es más fácil que hacerlo “hacia adentro”, ¡algo natural! También es significativo el silencio sobre los sindicatos, quizá por los oportunos y sigilosos pactos con los de Salud y Educación el pasado mes de mayo.

Falta un recambio generacional, liderazgo natural y un profundo cambio de formas y valores en el ejercicio de la gestión pública. A pesar de todo, no es momento de una constituyente porque podríamos edificar sobre terreno enlodado ni de propuestas de esas “que salvan el momento” pero condenan al infierno más profundo.

Publicado por www.prensalibre.com el 21 de Junio 2016 por Pedro Trujillo
http://www.prensalibre.com/opinion/opinion/realmente-somos-victimas

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