¿Cuándo se debe la verdad?

Me encontraba conversando con un grupo de jóvenes, cuando pasó cerca de nosotros un apreciado amigo, un sabio octogenario a quien le faltan un par de años para ser nonagenario y mantiene un vigor intelectual cristalino. Lo presenté y le pedí que les ofreciera un pensamiento inspirador a los jóvenes. Empezó a hablar de principios y valores, diciendo que las personas suelen pensar que son lo mismo y están equivocadas, ya que el valor es subjetivo y, por lo tanto, relativo, mientras que los principios tienen la posibilidad de ser universales. Mi amigo se dio cuenta de que a los jóvenes se les ponía larga la cara; no deseaban un sermón. Entonces les dijo que si les podía dar un consejo, sería que no mintieran… y la cara se les puso más larga.

Pero lo que siguió nos tocó la curiosidad. Dijo que mentir era no decir la verdad a quien se le debe. Por ejemplo, dijo, si un ladrón se entra a mi casa y me pregunta si tengo joyas, no le debo la verdad, y decirle que no tengo, no constituye una mentira. Esta sería lo que se conoce como una mentira “estratégica”. Es más, si mi esposa me pregunta si está rica la sopa o si está feo su peinado, no le debo la verdad y no sería una mentira decir que está deliciosa y se le ve lindo. Este sería el caso, quizás, de una mentira “piadosa”, aunque podría también ser estratégica. Provocativo concepto: mentir es no decir la verdad a quien se le debe. Claro que aceptarlo abre la puerta a un problema muy grande: ¿Cómo sabemos a quién se le debe la verdad y a quién no?

El significado del término “verdad” es mucho más complejo de lo que parece; en su forma más sencilla “se usa para significar el acuerdo entre una afirmación y los hechos o la realidad a la que dicha afirmación se refiere”. La mentira también es un concepto complejo; no es lo mismo el embuste que la falsedad. En la ética y la filosofía no hay unanimidad sobre si la mentira puede ser “permitida”; Platón pensaba que sí —la mentira piadosa, por ejemplo—, mientras que “Aristóteles y Kant pensaban que no, en ningún caso es permitida”. En la política, en cambio, hay mayor acuerdo, desde Maquiavelo, quien dio a entender que no solo se puede, sino que se debe mentir.

Hace pocos meses cambió de tónica la propaganda oficial, al parecer, obedeciendo a una nueva estrategia. Dice algo como ¿sabías que hace unos años los delincuentes robaban celulares en las calles y nadie hacía nada? ¿Sabías que antes los niños se morían de hambre y nadie hacía nada? ¿Sabías que las carreteras…? La respuesta en los anuncios es que hace tres años el gobierno empezó a recuperar los espacios públicos de la delincuencia, a atender la desnutrición infantil y, en fin, a hacer las cosas que antes nadie hacía. ¿Hay un acuerdo entre esta afirmación y la realidad? A quienes está dirigida esta propaganda ¿se les debe la verdad?

Veamos la política. Se supone que “no han empezado” las campañas y en mayo el Tribunal Supremo Electoral dará el banderazo de salida. Esto es como escuchar el disparo de salida para la carrera cuando los corredores ya tienen rato de haber salido y hay que hacer como que los espectadores no se dan cuenta. ¿Hay que aplaudir al ganador y celebrar la democracia?, y de ser así, ¿sería una mentira piadosa o estratégica? ¿Qué podemos esperar del “ganador”?

El TSE ha puesto un techo de Q54 millones al gasto de las campañas políticas, cuando estas se “inicien”. Es harto evidente que varios partidos ya se gastaron mucho más que esto, sin que se haya “iniciado” la campaña. ¿Qué clase de mentira es esta?

Publicado el 09 de abril de 2015 en www.prensalibre.com por Fritz Thomas
http://www.prensalibre.com/opinion/cuando-se-debe-la-verdad

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