Pero hay jornadas de demencia colectiva, como la del martes 10 en la mañana, cuando atacaron con fusiles y granada de manera indiscriminada en la consulta externa del Hospital San Juan de Dios, mataron a una mujer e hirieron a 25 personas (Prensa Libre, 11/03/15); poco después asesinaron a sangre fría a dos periodistas en Mazatenango, corresponsales de Prensa Libre y Radio Nuevo Mundo, y un tercero quedó gravemente herido. Esos días de espanto los sufrimos con la sensación de bajar a los infiernos y sin esperanza de salida.
Hubo días en que atacaron en serie a pilotos de autobuses y a los pasajeros. Otros en que intentaron secuestrar muchachos en un bus escolar por El Trébol. En otra jornada escalofriante, sembraron cabezas decapitadas en lugares como el Congreso de la República. Y en otros aciagos días ocurrieron ataques simultáneos en horas pico en la Roosevelt, la Reforma y frente a la Guardia de Honor. En tales casos suele acudirse a teorías conspirativas, sea porque el tema de la inseguridad se posiciona en la agenda electoral a través del pánico, sea porque el Gobierno proclamaba a través de campañas mediáticas éxitos contra la delincuencia, sea, como en el caso del martes, porque un día antes el ministro de Gobernación había sustituido a la cúpula de la Policía. Por cierto, algunos de esos oficiales relevados aparecieron en un informe de inteligencia y antinarcóticos de EE. UU., publicado íntegramente por elPeriódico, Radiografía del cartel de la Charola (14/10/14, pp. 1-5).
Cuando los días de violencia crónica se vuelven jornadas de violencia aguda, con rasgos de terrorismo, queda al desnudo la falla del sistema de seguridad, en particular de inteligencia. En 20 años no nos hemos movido un ápice en capacidades de inteligencia. Fue revelador el martes al mediodía, tras el ataque a los periodistas, que locutores de Radio Sonora pidieron información a sus oyentes y en diez minutos estaba identificado el sicario, la dirección de su vivienda, la descripción de cómo vestía cuando disparó y dónde se había refugiado en ese momento. No hizo falta escuchas telefónicas ni operaciones encubiertas. La información está a flor de tierra y la conoce la población. Lo que no hay es confianza. Por eso no extraña que en una encuesta reciente de Dick Morris, en 70 municipios, el 73 por ciento de la gente opina que la CICIG se debe quedar.
Publicado el 12 de marzo de 2015 en www.elperiodico.com.gt por Edgar Gutiérrez http://www.elperiodico.com.gt/es/20150312/opinion/9776/Otra-jornada-de-terror.htm
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