HUGO MAUL R.

“El mejor programa social es un buen empleo”. Cierto. Sin embargo, tal y como lo demuestra la experiencia reciente en nuestro país y la vasta evidencia internacional, es más fácil decirlo que hacerlo. No es la primera vez que esta promesa de campaña aflora en el ámbito electoral guatemalteco, muchos políticos la han hecho suya en anteriores procesos electorales sin que, a la fecha, se haya visto mayor cosa. Antes bien, en la práctica la multiplicación y ampliación de los programas sociales han tomado el primer lugar en la lista de prioridades políticas de los gobernantes, desplazando a la creación de empleo a un cuarto o quinto plano dentro de las agendas de gobierno. Contrario a lo que promueve una aparente iniciativa ciudadana, cuyos anuncios espectaculares en colores rojo y blanco tapizan el país, con la mayoría de los actuales aspirantes a la Presidencia no hace falta comprobar liderazgo alguno por parte de ellos para generar empleo: ninguno ha hecho mayor cosa para generar empleo cuando han podido. Algunos de ellos, habiendo tenido y/o teniendo a su alcance los medios para ello prefirieron y/o prefieren cruzarse de brazos y ampliar los programas sociales antes de hacer algo para favorecer la creación de empleo.

En todo caso, dándoles el beneficio de la duda, no haría falta esperar a que ninguno de ellos se convierta en presidente de la República para ver los frutos de su compromiso con la generación de empleo; si el referido liderazgo para crear empleo es de verdad, nada impediría a los partidos en contienda utilizar los medios que ya tienen a su disposición para promover reformas que favorezcan la generación de empleo y empleo en el país. Si el compromiso con la creación de empleo fuera tan fuerte como dicen, no deberían dudar estos partidos en promover a la brevedad todas aquellas medidas que favorezcan la creación de empleo no agrícola fuera de la región metropolitana; el empleo de jóvenes, estudiantes y mujeres; el trabajo por tiempo parcial; la atracción de nuevas inversiones a regiones empobrecidas y con altos niveles de desempleo y subempleo; la creación de regímenes de incentivos económicos a la inversión, investigación y desarrollo, generación de empleo, industrialización, etcétera.

Al final de cuentas, serían estos mismos partidos los principales ganadores. Como bien lo demuestra la experiencia del gobierno actual, es relativamente poco lo que puede hacerse desde el Ejecutivo en este tipo de materias en ausencia de colaboración por parte del Legislativo, de la PDH, de los sindicatos y la C.C. Incluso, desde la perspectiva del puro interés propio de cada partido en contienda, no sería el gobierno actual quien se beneficiaría de tales reformas, lo cual baja el “precio” de este tipo de reformas para los partidos de oposición. De no hacerse nada ahora, tampoco se hará en el futuro; ojalá esta vez.