“Y volver, volver, volver…”

El retorno de Alfonso Portillo.
Imagino que más de alguien le dedicará a Alfonso Portillo la famosa canción de Vicente Fernández Volver, volver, porque la política guatemalteca está lista para caer “en sus brazos otra vez”.


No voy a hacer aquí juicios éticos sobre Portillo porque ni siquiera cabe una discusión al respecto. El expresidente es un convicto confeso y en la mayoría de países con democracias sólidas y maduras, eso bastaría para condenarlo a una vida de reclusión y silencio.

En Guatemala, en cambio, la ética y la política están divorciadas. Ejemplos nos sobran para demostrar que a la mayoría de votantes no le importa la fibra moral de los gobernantes. De ahí que muchos compatriotas estén dispuestos a perdonar a Alfonso Portillo, como ya lo hicieron en el pasado, cuando votaron por él pese a saber que había matado a dos personas en México.

Quienes esperaban ver a un Portillo derrotado, se quedaron con las ganas.

El expresidente regresó con estruendo de tambores. Dijo que regresaba a Guatemala, no solo para quedarse sino para transformar el país. Afirmó que ha cambiado y aprendió de sus errores, pero en el fondo, es el mismo: dueño del escenario, capaz de endulzar todos los oídos, ágil para lanzar bromas y un maestro para generar empatía y hacerse sentir cercano al pueblo.

Empezó sus declaraciones en tono bromista, sugiriendo que estaba oxidado, pero en cinco minutos demostró que el animal político sigue ahí, palpitando, que los temas le aceleran el pulso y las preguntas lo dejan jadeante, con ganas de más tarima.

Aseguró que va a participar en este proceso pero que “su objetivo principal” no es un cargo de elección. ¿Diputado, alcalde? Naa. Él, que ya ejerció el poder, está más allá de esos pleitos mezquinos. No lo tienta siquiera volver a escuchar la Granadera (¡No vos!). “No puedo ser presidente, aunque quisiera”, sentenció en una frase que sonó al “no, no, no” de un coqueteo a media luz.

Ahora bien, lo que Portillo enunció de forma rotunda, es que a él le interesa la reforma estructural del Estado. Portillo va por todo: la reforma de la Constitución, del sistema en sí, de unas “instituciones que ya no funcionan”.

Herramientas para convencer, demostró que tiene. ¿Qué más podía pedir el guatemalteco medio que vio la transmisión? Portillo citó a la Biblia y al Cholo Simeone, el técnico del Atlético de Madrid. No se tiró encima a los del Real ni a los del Barcelona, escogió al Cholo, al que viene luchando desde abajo, el que no termina de pertenecer pero se labró un lugar entre los protagonistas.

Habló de los molletes que le había hecho su mamá y con guiño a los machos, dijo que en la cárcel fue campeón de despechadas. (Yo solo me pregunté: “¿lo veremos en la televisión haciendo pírricos, como la generación de los años 60 vio a Ydígoras Fuentes saltando cuerda”?).

El expresidente no puede negar lo malo que hizo y ni por asomo lo va a intentar. Con el tema de la corrupción de su gobierno, apechuga la culpa y se da golpes en el pecho. No se erige en salvador –para eso espera que lo proclamen– ni levanta la bandera de la revancha.

Dijo estar dispuesto a hablar con todos y aceptó que confrontarse con el sector privado fue un error. Eso sí, pide que los empresarios también sean autocríticos.

Entre bromas, coqueteos y ramas de olivo, Portillo se posicionó de un brinco en la jugada política: el caudal de su simpatías, afirmó, está ahí y puede utilizarse si es para lo que él quiere. Si no, tiene paciencia. Puede esperar cuatro años.

Se han alzado voces indignadas con el retorno Portillano, pero no ha sido un coro ensordecedor. La tragedia de la política en Guatemala es la falta de referentes: cualquier tuerto es rey en medio de este desierto de ciegos, donde se interpreta un guión de telenovela, salpicado con canciones de Chente.

Publicado el 02 de marzo de 2015 en www.elperiodico.com.gt por Dina Fernández
http://www.elperiodico.com.gt/es/20150302/opinion/9293/%E2%80%9CY-volver-volver-volver%E2%80%A6%E2%80%9D.htm

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