Portillo y su caballo blanco

Alfonso Portillo —junto a su caballo blanco Astucia— se fue de Zacapa a México a los 19 años, y con el tiempo sacó algunos estudios y diplomas en aquel país. Un día, apareció de Chilpancingo después de haber matado no a uno, sino a dos, listo para matar a quien sea por el nombre de Guatemala: aquí es cuestión de matar o divorciarse, todo por el país.

Decidió adentrarse en su campaña por la Presidencia, cuando se dedicó a pegar calcomanías en los automóviles, postes y cualquier medio visible, y nos puso a todos a jugar con palabras con el eslogan “Portillo votaré” y “ya no más PAN, solo portillas”. Su campaña dio resultado con el pueblo que gozaba castigando al canche y lo que él representaba. Se proclamó ganador y así, se alistó con un sombrero, chicharrón, yuca y un arsenal de tequila y se propuso ser el presidente que su pueblo merecía.

Quería recordar sus humildes orígenes en Zacapa, cuando decidió irse a vivir con su esposa e hija a la zona 14, en donde la vara cuadrada cuesta $1,500, a la mansión de su financista Francisco Alvarado Macdonald, la cual ocupó durante cuatro años y por la cual nunca pagó ni un centavo de alquiler. Para transportarse con un toque de glamur, un convoy de Jeeps Cherokees doradas lo acompañaba de lado a lado. Taiwán le enviaba donaciones (él creyó que para él), y los jueves se vistieron de negro durante su mandato.

Cuando se acabó la fiesta, Portillo se retiró a México cual exiliado de su propia causa, y después fue que evidenciamos todos los movimientos que le dio a las arcas nacionales. Y así, en tiempos de Colom, Portillo decidió regresar para luego extender su paseo por Punta de Palma, de donde pasaría a Belice y después a México. Plan frustrado. Nuevo destino: el Preventivo de la zona 18.

Estados Unidos solicitó su extradición eventualmente por haber utilizado sus bancos para lavar dinero. Y tanta era la presión que hasta se suicidó la exmujer del Pollo Ronco. El tiempo que pasó en la cárcel, ahora dice que lo volvió más letrado y estudiado, con Platón y Aristóteles como almohada de su “celda de reencuentro personal”: se fue politiquero y regresó Estadista.

Con el apoyo del pueblo que lo caracteriza (por su regalo de fertilizante, ¡cómo no querer a Pollo Ronco!) ya se escucha de nuevo al unísono: “Portillo, por ti yo votaré!”. El Pollo Ronco, como una pieza clave en este juego de ajedrez, listo para el mejor postor, apetecido por todos los populistas (¡imaginate cuánta gente nos va a jalar Alfonso, vos!).

Tan querido y tan odiado, el pueblo perdona al ladrón porque fue su Robin Hood. Que se le impuso al Cacif, que mantuvo la canasta básica. “Yo les mantengo los precios si me dejan hueviarme la donación de Taiwán”. Trato hecho. “Todos roban, al menos él nos devolvió algo”. Insólito, pero Portillo siempre supo que cabalgando sobre Astucia, la contradicción sería su aliada, convirtiéndose en mártir de este pueblo tan urgido de héroes. ¡Y que viva Portillo! ¡Qué empiecen las rondas de yuca con chicharrón! ¡Y qué viva el circo!

Publicado el 27 de febrero de 2015 en wwww.s21.com.gt por Juan Manuel Rodríguez García
http://www.s21.com.gt/tintes-matices/2015/02/27/portillo-caballo-blanco

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