Indefensos ante el progreso

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FRITZ THOMAS

 
La reciente aprobación del presupuesto y actos conexos me ha traído a la mente algo que escribí hace muchos años sobre  los impuestos y que iniciaba con una cita del novelista ruso Leon Tolstoi: “Estoy sentado sobre la espalda de un hombre, asfixiándolo y obligándolo a cargarme y sin embargo digo a mí mismo y a otros que siento mucha lástima por él y deseo aliviar su suerte por todos los medios posibles… excepto con bajarme de su espalda”. Parte del texto escrito hace más de tres décadas, dice así: “El conjunto de legislación que define el sistema de impuestos raramente es el producto de una evaluación objetiva de metas de largo plazo, encaminadas a procurar mayor bienestar para generaciones presentes y futuras. Usualmente el sistema impositivo es más bien la acumulación de medidas de corto plazo diseñadas para enfrentar una situación o crisis en un tiempo determinado.

Se pasan por alto los efectos globales y de largo plazo en la economía; se atiende el síntoma pero no la enfermedad”. Este pensamiento parece atemporal, ya que es perfectamente aplicable a los nuevos impuestos especiales y a la cadena de “reformas tributarias” que lanza cada nuevo gobierno.

¿Por qué se crean los impuestos a la telefonía y al cemento? La respuesta es muy sencilla y no tiene nada que ver con teoría fiscal o justicia tributaria. La recaudación es prácticamente inmediata, con alto rendimiento, y la SAT no tiene que hacer absolutamente nada más que ver cómo las empresas  lo recaudan, le trasladan los fondos y le rinden informes.

La SAT puede imponer y trasladar todos los costos de recaudación a las empresas, que tienen a los clientes, las bases de datos, procedimientos de cobro y los sistemas informáticos para hacer todo el trabajo. Cuidado con la eficiencia y el éxito porque usted puede ser blanco de impuestos especiales. Pero ha quedado en evidencia la fragilidad de los números del cálculo fiscal; el fisco no contaba con que seis millones de líneas no eran tales.

En el futuro pueden esperarse otros impuestos discriminatorios con estas mismas características; aplicación y recaudación inmediata, alto rendimiento y costos insignificantes de recaudación para la SAT. Por ejemplo, en cuanto surja una nueva crisis fiscal, que será pronto, a los magos del diseño extractivo les parecerá de urgencia nacional un impuesto a las transacciones financieras. Basta ordenarles a los bancos y demás instituciones financieras que hagan las modificaciones necesarias a sus sistemas informáticos y le trasladen los fondos a la SAT.

Otra cualidad muy atractiva —para el Gobierno— de este tipo de impuesto selectivo y discriminatorio es que con el tiempo el contribuyente prácticamente “no lo siente”. ¿El contribuyente “siente” el impuesto a los productos financieros, que existe y es de 10%? No lo creo, los bancos hacen todo el trabajo de recaudarlo y trasladarlo a la SAT, sin que los ahorrantes se enteren. Este es el tipo de impuesto ideal para los gobernantes, donde el contribuyente no siente que le han metido la mano al bolsillo. No es como la tasa de alumbrado público, que abulta la cuenta de energía eléctrica, especialmente en las municipalidades del interior del país, tan evidente, injusta, discrecional, regresiva, molesta, cara y grosera.

Especialmente si no hay alumbrado público frente a la propiedad.

En el horizonte —la próxima crisis fiscal y/o reforma tributaria— seguramente estará también el aumento a la tasa del IVA. Los contribuyentes están indefensos ante el “progreso” del Estado.

 
Publicado el 11 de diciembre de 2014 en www.prensalibre.com 
http://www.prensalibre.com/opinion/Indefensos-ante-el-progreso_0_1264073863.html

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