Persistentes y repudiables hechos

La jornada no pudo haber sido más elocuente para desnudar las grandes carencias y limitaciones que el país exhibe en materia de seguridad. Solo así se explica que un grupo de pistoleros pueda perpetrar un asalto a un autobús, en cuyo hecho perdieron la vida al menos cuatro personas, sin que las autoridades puedan hacer algo y que, acto seguido, se afirme que existe una investigación en marcha para desarticular bandas que operan en ese trayecto.
 

Esa ha sido la tónica de los últimos meses y años, cuando las fuerzas de seguridad han sido incapaces de montar operativos eficaces para evitar  no solo esos asaltos, sino principalmente  la muerte de guatemaltecos valiosos cuyo único pecado es abordar una de esas unidades. Lo peor es que esos son hechos recurrentes donde hasta resulta fácil pensar mal para acertar en que algo raro debe estar ocurriendo con la seguridad del país, pues es difícil explicar tanta ineficiencia ante los continuados ataques de los malhechores.

Resulta complicado de entender que se produzcan tantos ataques a autobuses y conductores sin que materialmente exista el menor auxilio por parte de las autoridades. Más lamentable es constatar que muchas de esas fechorías se cometen cotidianamente en trayectos conocidos, mientras inútiles retenes persisten en fastidiar a otros ciudadanos, en tanto el terror y la muerte se apoderan de las unidades del transporte urbano y extraurbano, como quedó evidenciado nuevamente ayer.

Paralelamente al sanguinario ataque contra el autobús en Escuintla, en sectores de la capital los delincuentes volvían a cometer nuevos atentados contra unidades del transporte urbano, y en cuyos hechos milagrosamente salvó su vida un conductor, mientras que en otro asalto despiadado  varios pasajeros quedaron heridos al haber saltado de un autobús en marcha, mientras una vez más la ausencia policial fue notoria, como en casi todos los casos que se han producido en los últimos días, en los que también han perdido la vida más de 90 pasajeros, según registros de la Procuraduría de los Derechos Humanos.

Algo tiene que estar pasando a lo interno de las fuerzas de seguridad, pues resulta inconcebible que en lo que va del año hayan perdido la vida al menos 88 pilotos, tanto del transporte urbano como del extraurbano, aunque las cifras oficiales lógicamente son menores, lo que en todo caso no es para nada un alivio, porque aunque así fuera, esa sigue siendo una estadística intolerable de víctimas, mientras en las altas esferas de la administración pública continúa la danza de millones en cuestionables contratos que se otorgan a empresas de dudosa calidad.

Escuchar el testimonio de quienes a diario deben utilizar esas unidades del transporte resulta un drama que debería ser suficiente argumento para que las autoridades asuman su responsabilidad por la violencia que está fuera de control. Una de las peores características de muchos de los problemas nacionales es que aquí no pasa nada, como ocurre con la delincuencia, y un escarmiento debería empezar por quienes  son los directamente responsables de frenar ese baño de sangre.

Publicado el 15 de octubre de 2014 en www.prensalibre.com por Editorial Prensa Libre
http://www.prensalibre.com/opinion/Persistentes-y-repudiables-hechos_0_1230476941.html

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