Semillas democráticas

Los guatemaltecos estamos siempre esperando que aparezca un líder que tome las riendas y produzca mágicamente las grandes transformaciones que se requieren. Situándonos en la historia reciente, entre 1954 y mediados de los años ochenta del siglo XX, nos acostumbraron a que un golpe militar recomponía las cosas, aunque básicamente lo que hacían era oxigenar un sistema caduco, cuya vocación nata es reproducir un modelo que concentra privilegios en minorías. Entre el conflicto armado interno y los cambios en la geopolítica y la economía global, se impulsa la democratización del país a mediados de los años ochenta. Desde entonces, aunque elegimos en las urnas, igual seguimos esperando el caudillo o el falso mesías que salve la situación. Hemos visto en estos últimos ocho procesos electorales cómo la expectativa se derrumba rápidamente.

Ahora que enfrentamos uno de los momentos más complejos del período democrático, muchos siguen esperando que aparezca el caudillo, el príncipe que rescatará de su prisión a la Cenicienta en que han convertido a Guatemala. Que alguien se “haga cargo”, así nosotros podemos seguir nuestra lucha cotidiana, o en nuestra zona de confort, ajenos al devenir de la Nación, sin percatarnos de que, precisamente por mantenernos ajenos a dicho devenir, esos falsos mesías, caudillos demagogos y líderes populistas terminan desfalcando las arcas del Estado, vendiendo nuestros bienes y recursos al mejor postor, y destruyendo la posibilidad de un futuro más promisorio para todos.

Ya basta de esperar que sea alguien más el que va a venir a ponerle un “hasta aquí” a esta situación de caos y desorden que estamos viviendo. Somos nosotros quienes debemos asumir ese papel. El reto mayor es dejar de ser meros habitantes del territorio, para convertirnos en ciudadanos de la Nación. No es solo alcanzar la mayoría de edad. La ciudadanía la ejerce quien se involucra en los asuntos públicos de su país, de su departamento, de su municipio, de su aldea, de su comunidad, de su barrio. Quien no ve ajeno lo que pasa en su derredor, aun y cuando no le pase directamente, es quien no se queda impávido frente al mal proceder de quienes supuestamente le representan.

Es quien ejerce su voto con convicción, no por una prebenda. Sabe que su acción individual es indispensable pero que esta se potencia en el actuar colegiado y organizado para el bien común. Una mayor ciudadanización de la sociedad es el semillero que nos hace falta para tener liderazgos de otra calidad.

Por esas razones, algunos ciudadanos hemos decidido dar ese siguiente paso y organizarnos en un espacio al cual hemos denominado “Semilla”; no por primigenia, sino por su potencial de germinar; de contribuir junto a otros movimientos e iniciativas, para hacer visible y protagónica a esa mayoría de mujeres y hombres que el modelo actual de Estado y de desarrollo mantienen anonadados o en la marginalidad.

Cito literalmente: “En Semilla nos convoca el sueño, la convicción y la obligación de contribuir a la creación de una fuerza social que equilibre y se incline por la expresión democrática que privilegie a las mayorías sobre el poder de las minorías. Por ello, hacemos un llamado a otras fuerzas que con objetivos similares se han reunido ya, para abonar a la refundación del Estado, para cambiar radicalmente los pactos sobre los que estará fundada nuestra democracia”.

Al igual que una golondrina, una semilla sola no hace verano; más cuando se multiplica, con una ética clara y un actuar decidido, fecundará nuevamente los valles y montañas de nuestra Guatemala.

Publicado el 08 de octubre de 2014 en www.prensalibre.com
http://www.prensalibre.com/opinion/Semillas-democraticas_0_1226277362.html

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