Ciudadanía y cultura electoreras

Ciudadanía y cultura electoreras son dos de los rasgos más significativos de nuestra vida política.
La ciudadanía electorera puede entenderse como esa concepción y práctica que insiste, remarca y profundiza un activismo ciudadano reducido a la emisión del voto en los procesos electorales, mediante los cuales se elige alcaldes, diputados(as) y los más altos funcionarios del Ejecutivo.
 

Pasado el tiempo de la elección, las y los ciudadanos siguen con su vida privada y desconectada de los asuntos públicos. Ni siquiera en aquellas situaciones más cercanas y locales se les ve comprometerse. Es una ciudadanía de comodidad, de resguardo de los compromisos y luchas que sí cambian las realidades comunitarias y nacionales. Se activa cada cuatro años y por unas cuantas horas de actuación.

Ser ciudadano o ciudadana electorera es realmente muy cómodo y útil para gobernantes y gobernados. Los primeros siguen ocupando posiciones de decisión, ininterrumpidamente. Ya sabemos que ser diputado se vuelve algo así como un modus vivendi, que necesita de reelecciones y reelecciones. Y es muy notorio que muchos de esos personajes que tienen muchísimos años de ocupar escaños, en tanto tiempo no han logrado cambios significativos para el país. Pero sí para su propia vida personal.

Esos gobernantes (en el sentido amplio de la palabra) necesitan de esa ciudadanía electorera de los gobernados: son lo que son, y seguirán siéndolo, mientras los gobernados solo se conformen con votar cada cuatro años, mientras no se metan a auditar o indagar, mientras no se preocupen por descubrir o comprender mejor la realidad en que viven, mientras no quieran “ensuciarse políticamente”. Esa ciudadanía electorera es la de la ignorancia y la falsa apoliticidad, pero que no falla en madrugar el día de la elección y tomarse fotos como auténticos ciudadanos. (Casi lo mismo de mucha gente que en estos días “festeja” a la patria, pero después de las celebraciones sigue dañando los recursos naturales, sigue siendo mal vecino, poco comprometido con las luchas locales o comunitarias, sin interés por hacer mucho por su país).

La ciudadanía electorera se refuerza a través de gestos, símbolos o hechos que constituyen toda una cultura electorera. Se refuerza mediante la creación de un imaginario colectivo que hace normal la participación reducida. Por ejemplo, el culto a la personalidad (de los candidatos, por supuesto) reduce a unos pocos elegidos la capacidad para la acción política.

Las falsas noticias (porque en realidad son anuncios pagados por los partidos), la música, el ambiente, los colores, y hasta los puñetazos de diputados constituyen parte de ese escenario, de ese espectáculo que es la política. No se tocan las estructuras, la realidad sigue siendo la misma, el empobrecimiento crece. Pero en el show electorero, se asume como normal que todos nos emocionemos con los candidatos, que nos pinten un mundo nuevo que harán al nomás ganar. Y la amnesia se vuelve medicina. Cura a los reincidentes políticos del castigo histórico.

Los personajes principales de este espectáculo electorero, aunque no lo parezca, no son solo los diputados o los líderes de los partidos, o los gobernantes de turno. También lo somos la enorme masa de ciudadanos y ciudadanas que nos acomodamos en la butaca del teatro para presenciar el espectáculo. Como si en esa obra no estuviéramos totalmente incluidos. O plenamente afectados.

Publicado el 16 de septiembre de 2014 en www.s21.com.gt por Carlos Aldana Mendoza
http://www.s21.com.gt/gaia/2014/09/16/ciudadania-cultura-electoreras

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