Marta Yolanda Díaz Duran
El destruccionismo es una enfermedad que carcome las entrañas de gran cantidad de naciones. Por supuesto, somos también muchos quienes desde distintos ámbitos de la acción humana peleamos contra esa tendencia aparentemente generalizada en casi la totalidad del mundo. Científicos, empresarios, intelectuales… seguimos trabajando cada uno desde nuestro campo para evitar el avance de aquellos que quisieran reinar sobre la humanidad y aquellos que quisieran verla destruida.
La raíz del problema está en el tipo de ética antinatural y las ideas políticas que lamentablemente han imperado desde finales del siglo XIX. Ideas irónicamente popularizadas no por sus ponentes ni por los supuestos beneficiarios de estas, sino por gente pudiente, en la mayoría de los casos herederos que nunca entendieron el origen de la riqueza de la cual ellos disfrutaron. Creyeron que todos, sin haber hecho el trabajo que hicieron sus antepasados, deberían disfrutar de los placeres que ellos se prodigaron con el dinero que les dejaron sus padres o abuelos, quienes fallaron a la hora de educar a sus descendientes.
Como bien explicó Ludwig von Mises en su libro Socialismo: Análisis Económico y Sociológico, publicado por primera vez en 1922: “Pueden dividirse en dos grupos los medios de que se vale la política socialista: por un lado, aquellos que tienden directamente a instaurar el socialismo en la sociedad, y, por otro, aquellos que conducen a tal fin indirectamente, mediante la destrucción de la economía basada en la propiedad privada de los medios de producción… Figuran en la primera categoría, por ejemplo, las nacionalizaciones y municipalizaciones de empresas privadas; y en la segunda, el sabotaje y la revolución… la destrucción es el resultado final de la política socialista que domina al mundo desde hace algunas décadas”.
Ambos casos se han dado en nuestro país. ¿Cuán estatizada e intervenida está la aparentemente vida libre en Guatemala? ¿En cuántas actividades económicas están metidos directa o indirectamente los gobernantes? ¿Cuánta gente se ha acomodado a vivir mediocremente de las limosnas que pomposamente les entregan los gobernantes? ¿Quiénes son, además de los politiqueros, los poderosos en Guatemala: los empresarios o los mercantilistas? ¿Cuántos hay que integran grupos de presión que subsisten por medio de prebendas que les otorgan los gobernantes? ¿Cuántos se dedican impunemente a destruir capital y obstaculizar la creación de riqueza, en algunos casos extorsionando a los gobernantes para que les concedan sus caprichos y en otras oportunidades apoyando a quienes ejercen el poder para facilitar la corrupción?
“La intervención del Estado en la economía, la pretendida política económica, sólo ha venido en realidad a destruir la economía. Las prohibiciones y regulaciones dictadas en su nombre son obstáculos que ha desarrollado el espíritu antieconómico”, Ludwig von Mises. ¿Hasta cuándo vamos a aguantar?
Publicado el 08 de septiembre del 2014 en www.siglo21.com.gt http://www.s21.com.gt/principios/2014/09/08/destruccionismo-guatemala
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