Judíos de Atitlán

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HUGO MAUL R.

No se dan cuenta que este tipo de acciones atentan contra todos los guatemaltecos.

Acciones como las del Consejo de Ancianos de San Juan La Laguna no pasan de ser una simple curiosidad dentro de la abigarrada problemática política y social del país. No es más que una acción aislada; focalizada sobre un determinado grupo de personas excéntricas y foráneas; bajo circunstancias no muy claras; que no ha ameritado mayor atención por parte de autoridades, defensores de los derechos humanos, líderes religiosos, comunidad internacional y defensores del multiculturalismo. Quienes así piensan no se dan cuenta que este tipo de acciones atentan contra todos los guatemaltecos. Las prácticas religiosas de la comunidad de judíos ortodoxos, al igual que las de todos los guatemaltecos y extranjeros en el país, están protegidas por la ley nacional y por la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Si bien no está claro si el conflicto obedece a la intolerancia religiosa de un grupo de la población o a la manipulación política por parte de algunas autoridades, en realidad, da lo mismo. Las dos explicaciones tienen un mismo punto de partida: la desconfianza e incomprensión hacia formas de comportamiento y de relacionamiento social distintas a las propias. Si bien no faltará quien, en defensa de lo actuado, sostenga que la observancia de los derechos humanos universales no aplica en este caso ya que los mismos son foráneos a la tradición indígena, esto no implica que deban aceptarse prácticas que atenten contra los derechos consagrados en la Constitución y leyes ordinarias. O bien que, quienes crean que no existe violación alguna en todo esto, dejen de utilizar la retórica de los derechos humanos en otras situaciones en donde claramente conviene a sus intereses.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su Artículo 18, establece claramente que “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”. El asunto de esta comunidad no se reduce a la intolerancia hacia las extrañas costumbres y prácticas religiosas de un grupo de extranjeros dentro de una comunidad indígena, antes bien, se trata de un atentado contra la diversidad cultural, libertad de culto y de conciencia de todos los guatemaltecos. Hoy son los judíos ortodoxos, mañana los mormones, pasado los Testigos de Jehová, luego seremos todos los demás. Esta pequeña comunidad judía ortodoxa merece la solidaridad y el apoyo de todos. Incluso, de quienes tradicionalmente ven con desconfianza este tipo de temas, ya que, como sugiere Slavoj Zizek en su libro sobre la intolerancia, para los guatemaltecos este es un caso en donde “la idea “occidental” de los derechos humanos bien podría catalizar una auténtica protesta contra las imposiciones de (una) cultura”.

Publicado el 26 de agosto de 2014 en www.elperiodico.com.gt 
http://www.elperiodico.com.gt/es/20140826/opinion/903/Jud%C3%ADos-de-Atitl%C3%A1n.htm

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