Lo que aprendimos solos: que la moral no tiene nada en común con la ética. Que no todo religioso es hipócrita ni todo “liberal” tiene la mente abierta. Que existen conservadores de derecha y de izquierda. Que el racismo no es un defecto exclusivo de criollos y ladinos. Que el machismo se esparce entre hombres, mujeres y homosexuales con la misma densidad. Que tener una opinión propia significa escabullirse de las planillas de los demagogos. Que pensar significa actuar y no solamente calentar el asiento de frente a la luz de una pantalla de computadora.
Lo que aprendimos solos: que los niños no vienen con el pan bajo el brazo. Que ser padre es algo más que formar hogares integrados a partir de la mojigatería y el reparto de bienes. Que el amor se aprende tarde. Que hacer una familia es comenzar a descubrirnos ante el mundo, y es cuestionar todos los días los principios que nos suman o nos restan.
Lo que aprendimos solos: que el liderazgo competitivo es una falacia mientras no esté a la altura de nuestro compromiso humano. Que ser humanos no es actuar como máquinas de necesidades o deseos. Que los horizontes son lejanos, pero que siempre inquietan al inconforme para moverse del mismo sitio. Que la noche del egoísmo tarda en fracasar, y sin embargo fracasa.
Lo que aprendimos solos: que se necesita confiar, pensar, cuestionar, leer, conducir, aprender, sentir, continuar… que en Guatemala llegó el tiempo para iniciar nuevos principios y terminar viejos finales.
Publicado el 13 de agosto de 2014 en www.s21.com.gt por Javier Payeras http://www.s21.com.gt/tru-so/2014/08/13/iniciar-principios-terminar-finales
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