¿SAT o SWAT?

XGuate18

Estuardo Zapeta

 

No es en máquinas, sino en las personas de la Superintendencia, la mejor inversión de nuestros impuestos recaudados por la misma SAT.
 

Y no es con terrorismo fiscal, estilo batallones de SWAT, o con perseguir a ciudadanos puntuales, como la SAT alcanzará las metas, dado que es la misma Superintendencia la pagana de unas leyes que jamás debieron ser aprobadas, pero lo fueron al inicio de 2012, y de dicha aprobación hoy el Gobierno se queja de la baja recaudación. ¿Qué esperaban con semejantes mamarrachos legales?

Pero, insisto, han enfatizado “sistema, máquinas, software –y no el del RENAP–, agencias de recaudación, controles, etc.” Pero poco o nada se ha dicho acerca de los colaboradores de la SAT. ¿O los están convirtiendo en “fuerzas especiales” tipo SWAT?

Ni “A”, ni “B”; sencillamente el factor humano ha sido abandonado por la visión de esta institución, y sus ojos han sido puestos en “más recaudación, y más recaudación, y mucha más recaudación”, dejando de lado que ese “objetivo” es solo un resultado, una consecuencia, de la inversión que se haga en el factor humano, en la cultura organizacional, y en el sentido de servicio que el personal tenga hacia quienes utilizamos los servicios que ellos prestan.

Pero la cara ha cambiado, y, cuidado, mucho cuidado con estar mostrando por todos lados garras y colmillos que no reflejan más que un sentimiento de temor, de animal herido y arrinconado.

La SAT debe evitar por todos los medios convertirse en SWAT. Primero, porque ese no es su papel; segundo, porque eso podría desencadenar una reacción que sabemos dónde empieza pero que no sabemos dónde termina; y, tercero, porque los males por los que fue creada la SAT para combatirlos, sencillamente persisten, solo que ahora en una gran magnitud.

Debe la SAT, empezando por el directorio, repensar el rumbo y reenfocar el liderazgo interno. Y no solo por todos sus buenos colaboradores que cada día están más cansados, decepcionados y atribulados, sino también porque ese repensar identificará que una crisis institucional como la actual solo beneficia a los corruptos dondequiera que estén.

La dureza estilo SWAT hoy es contraproducente contra la misma Superintendencia, y poco a poco empieza a alimentar hostilidades contra la institución. Más aún, operaciones estilo SWAT contra pequeños tributarios generan un proceso de comunicación entre afectados que solo hace que los tributarios busquen formas más creativas de resistencia.

De hecho, el Ejecutivo deberá preguntarse, y preguntarles a sus ministros, si las leyes aprobadas a inicios de 2012 no habrán sido las causantes del fracaso tributario, y en lugar de ponerse a pelear contra la institución y amenazarla que la reemplazará casi que con robots argentinos o mexicanos, mejor busca inmediatamente cómo enmendar semejante error.

Ya organismos internacionales observadores de las finanzas estatales dan correctamente por “fracasadas” las leyes fiscales aprobadas en 2012. He ahí el problema real. Por eso, cambiar ahora a la SAT y querer convertirla en SWAT solo es seguir en la necedad de no reconocer que el Ejecutivo y el Legislativo se equivocaron en 2012, y las consecuencias son obvias.

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