Es la única guatemalteca que ha trabajado en las cocinas de Le grand Vefour (París) y Eleven Madison Park (Nueva York). Este año, Marcela Jongezoon retornó a Guatemala para implementar sus conocimientos en turismo y cocina.
A los 23 años ha recorrido un camino que muchos experimentados chefs del mundo tardaron varias décadas en transitar. Quienes la conocen coinciden en que esta joven rompe paradigmas y tiene una energía poco común.
Además de ser chef, Marcela es pintora artística e instructora de yoga, disciplina en la que piensa certificarse. “También estoy por obtener mi certificado para pilotar helicóptero. Pienso que las dos certificaciones me ayudarán para atender mejor a la clientela de Casa Palopó, donde trabajo actualmente”, cuenta.
Además de ser graduada en el Culinary Institute of America (CIA, por sus siglas en inglés), Marcela ha trabajado en dos de los restaurantes más famosos del mundo y actualmente tiene algunos proyectos que piensa desarrollar en Guatemala.
A los 16 años se enamoró de la cocina y comenzó a experimentar con diferentes recetas e ingredientes. Su familia esperaba que siguiera estudios superiores de negocios, pero el verano anterior al inicio de sus estudios universitarios se inscribió en un curso en París.
“A la graduación asistió el chef Guy Martin, de Le grand Vefour, quien la seleccionó para trabajar en ese restaurante, fundado en 1784 y donde se creó la cocina tradicional francesa. Ahí conocí algunos secretos de la cocina molecular y cómo se pueden fusionar las recetas más tradicionales con las técnicas más modernas, pero sobre todo aprendí sobre la gran pasión que los cocineros franceses ponen en cada una de sus creaciones”, cuenta Marcela.
Después de esa primera experiencia en la cuna de la cocina gurmé, la joven “le daba largas” a su mamá cuando le preguntaba por su regreso para comenzar la universidad.
“Lo que estudies tiene que durar cuatro años y tener incluidas materias académicas como ciencias, historia, matemáticas”, insistía la madre, mientras el chef francés le proponía: “No necesitas asistir a una universidad americana para ser una gran cocinera. Yo puedo ser tu mentor y aquí aprenderás en la práctica”.
Finalmente se inscribió en el CIA, donde la formación académica va pareja con la práctica culinaria. Según recuerda, así como en París convivió con los clásicos cocineros franceses, quienes comienzan a conocer los secretos de la gastronomía desde la infancia, en Nueva York aprendió la importancia de la precisión y la perfección en el oficio.
“En esa institución hay cinco campus y varios restaurantes. Es la única universidad culinaria en el mundo y los estudiantes aprendemos todo lo relacionado con cocina y atención al cliente. En diferentes etapas trabajamos como recepcionistas, meseros, cocineros, capitanes…hay un restaurante casual, un bistró, un restaurante formal y otras opciones. La primera parte de la formación es práctica, la segunda académica y luego se hacen seis meses de práctica en uno de los restaurantes aprobados por el CIA”.
Al graduarse de la escuela superior, fue seleccionada por el chef Daniel Humm para trabajar con él en el Eleven Madison Park, donde fue admitida luego de presentar un platillo creado por ella.
“Hice un pescado con albahaca, acompañado por un puré de cebollas caramelizadas, tomates cherry y alcachofas. Es un plato inspirado en la receta de mi mamá”, recuerda.
Durante su experiencia como cocinera en EE. UU., su foto apareció en más de una publicación culinaria. Uno de sus amigos afirma que es por su rostro de modelo pero según ella dice, se debe a que la presencia femenina sigue siendo escasa en el mundo de la alta gastronomía.
“Hasta hace poco, en el mundo de la cocina gurmé las mujeres éramos muy escasas. Sin embargo, cada vez somos más las que elegimos esta profesión tan intensa y artística. Crear algo me fascina. El chef inventa, experimenta y crea en todo sentido”
Para Marcela, la profesión debe ser un ejercicio de entrega e intensidad, pero además debe ser placentero. ”Lo que más me gusta de cocinar es lograr transmitir a las personas la felicidad que se siente al probar un plato bien logrado”, afirma.
Raramente deja de cocinar. “Este fin de semana vamos a hacer una competencia de pizza en parejas con la familia de mi novio. Haremos una pizza de inspiración hindú. Espero que ganemos, porque los otros competidores también cocinan muy bien”, concluye.
-
Buscar la excelencia “Me gusta cocinar para transmitir a las personas la felicidad que se siente al probar un plato bien logrado. Considero que los jóvenes debemos vivir intensamente, aprovechar y aprender al máximo de cada experiencia, además de buscar la excelencia en cada una de nuestras actividades”.
No Responses