Criminalizar… ahora a padres

La falta de visión de Estado, la incapacidad y hasta la cerrazón mental terminan siendo causas, entre otras, de que la vida de las mayorías esté oscurecida por el sufrimiento y la desesperación. El empobrecimiento de la población, por ejemplo, no se debe solo a lo que superficialmente se menciona: haraganería, falta de estudios, incapacidad… También ocurre porque el Estado, al ser debilitado, dejó de ser un factor fundamental para asegurar los derechos económicos, sociales y culturales de la gente. Ni siquiera lo que exigen los neoliberales ha cumplido: seguridad y garantías para la inversión. Ni a unos ni a otros termina satisfaciendo. Y cuando la población reclama y demanda respuestas, la gigantesca incapacidad e inmoralidad de sus representantes los hace criminalizar a quien proteste. Convierten en delictivo el mínimo derecho a la demanda, la organización y la protesta; señalan de criminal a la víctima del Estado que, en su debilidad, mata por acción u omisión.

El desempleo es una de esas caras de un Estado debilitado –más que débil– como este del que somos parte. Esa cara se convierte en una mueca llorosa y enloquecida cuando expresa la realidad de miles y miles de jóvenes que, en el inicio de sus senderos de vida, anhelan estudiar, o trabajar, o ambas. Pero en la mayoría ninguna de esas dos opciones aparece. Por favor, le suplico, amigo lector o lectora, póngase en la piel de un joven que asoma su cabeza para ver el mundo y se encuentra con que no puede entrar en la universidad pública, porque no gana las pruebas pues no fue formado adecuadamente. Si se esforzó o no individualmente termina siendo algo secundario cuando es producto de todo un sistema que durante muchos años no le dotó con las capacidades necesarias. Pero tampoco puede entrar en una universidad privada, porque es cara. Y tampoco puede trabajar porque ha buscado y buscado y nadie le da trabajo. Miles y miles viven este drama, con la tentación permanente de las estructuras ilícitas a la vuelta de la esquina.

¿Y los miles y miles de adultos que, desde su honradez y buenas intenciones, quieren llevar la comida a la casa y se encuentran con salarios mínimos, con despidos, o con precios altos en todo?

Así pues, la migración forzada, para buscar otras oportunidades y obtener algún ingreso para la familia, a través de las remesas, ha llegado a constituir la última salida, la última puerta que querían traspasar. Y con todos los riesgos y peligros, la han cruzado. Pero luego también quieren lo mismo para sus hijos e hijas. ¿Qué tiene de delictivo ese anhelo, que por siglos y siglos ha caracterizado a los seres humanos?

Se ha criminalizado a las organizaciones de pueblos indígenas, de mujeres, de estudiantes, los sindicalistas, las organizaciones y pueblos que protestan contra la minería y la explotación de recursos naturales y a sobrevivientes de la guerra. Ahora también quieren que les pase lo mismo a los padres y madres que buscan llevarse a sus hijos al Norte.

Se junta la manera de ser del senador McCain, un guerrerista de la política, con la incapacidad e inhumanidad de líderes políticos locales, para deshumanizar el tratamiento de la migración forzada, ahora con nuevos matices por el drama de niños y niñas.

Y como en otras problemáticas, buscan imponer leyes en lugar de desarrollar políticas, descalificar en lugar de dialogar con seriedad, sacar las armas en lugar de esgrimir argumentos. Ver criminales en lugar de ver personas.

Publicado el 22 de julio de 2014 en www.s21.com.gt por Carlos Aldana Mendoza
http://www.s21.com.gt/gaia/2014/07/22/criminalizar-ahora-padres

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