Vivir en estado de calamidad permanente

Las autoridades públicas del país hacen bien en tomar las medidas a su alcance para que los daños ocasionados por la naturaleza en el occidente del país sean atendidos con la celeridad debida. Todas esas familias afectadas, especialmente aquellas que antes del movimiento telúrico ya vivían en precariedad, merecen ser protegidas por el Estado.

Por ello esperamos que, si declarar un estado de calamidad viabiliza esa atención, en el Congreso de la República se dé trámite expedito a la iniciativa, sin dejar de reparar en las precauciones de control del gasto que sean necesarias. El rol subsidiario del Estado se entiende a cabalidad en estos momentos.

El asunto es que más allá de este esfuerzo reactivo, se deben dar pasos hacia adelante en materia de prevención, porque siempre va a resultar mucho más oneroso y engorroso dedicarse a la reconstrucción. De la misma manera ocurre con la salud, por mencionar un rubro crítico, en el que será mucho mejor invertir en una persona sana que en una enferma.

Las metas anunciadas luego del terremoto que afectó esa misma región occidental del país el 7 de noviembre de 2012 no se han cumplido totalmente. Por ejemplo, ayer se informó que del total de escuelas pendientes de reparación, hacía falta más de la mitad. Y si de desgracias naturales se trata, veremos que eventos tan antiguos como huracanes y tormentas todavía reportan obras inconclusas.

Es prudente enumerar ese tipo de tareas pendientes, pues evidencian que ni siquiera con los decretos que declaran medidas excepcionales para reaccionar ante las emergencias es suficiente.

Tampoco la tarea de trabajar en la prevención o en la formación de una cultura en ese sentido se puede limitar a una administración o período de gobierno. Por el contrario, se requiere razonar y actuar en el largo plazo, porque siempre en esa materia se debe pensar en inversiones fuertes, con un componente integral y de participación múltiple de instituciones, tanto públicas como privadas.

A estas alturas de la historia, y de sus trágicas evidencias, no se puede ignorar el peligro para quienes viven en un país como Guatemala. Así que las autoridades no se pueden detener en determinar si existe o no la posibilidad de tragedias determinadas, sino de una buena vez deben dirigir sus esfuerzos en planes completos que consideren la certeza de aquellas tragedias.

Por ahora, queda atender pronto a todos los afectados, en especial de San Marcos, pero sin olvidar que paralelamente se debe empezar por lo importante, y no solo por lo urgente.

Publicado el 09 de julio de 2014 en www.21.com.gt por Editorial Siglo Veintiuno
http://www.s21.com.gt/editorial/2014/07/09/vivir-estado-calamidad-permanente

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