La maldición de la intromisión

ALFRED KALTSCHMITT

 
Es que no se trata, don Sancho, de atacar los molinos de la Cicig, cuya intención original era embestir a los gigantes que asolaban con impunidad la trocha chapina. Nooo…

Inicia la Cicig su travesía junto a Quijote, combatiendo las mafias enquistadas por doquier sin lograr en términos de resultados netos —y años de gastos y jodederas— un solo machetazo al aire. Por eso el giro inesperado: que mejor perseguir casos paradigmáticos que generasen buena prensa y baile de tarima en la comarca molinera, y allende en la colmena principal “onusera”.

Se adentran en esas peligrosas aguas con un Castresana ávido de exhibir su lengua viperina pico de oro. Se agencia de algunos tambores de resonancia nacional, y con una facilidad pasmosa, seduce a la comunidad internacional haciéndole creer que era un David con una canasta de huevos para enfrentar a un monstruoso Goliat con poderes de superman.

Meses después se destapa el pomo y salen unos demonios tan negros como la mina de carbón en la que supuestamente deambulaba con vestimentas blancas alardeando que él no se manchaba. Pero al ponerlas bajo el escrutinio de la luz pública, merced a las crasas estupideces explicadas con tanto entusiasmo en sus geniales power points y thrillers narrativos, queda como un perfecto embaucador, dejando a la Cicig con un cuarto de tanque de prestigio y credibilidad; en adición a un reguero de inocentes en la cárcel con candados jurídicos y nudos tan perversos que tardaron años en desenredar, y otros —hasta el día de hoy— esperando turnos de cadenas perpetuas.

La fe quijotesca de esta Guatemala inocente y vulnerable de creer que alguien químicamente puro puede penetrar las entrañas de nuestras mafias sin contar con un sistema de justicia funcional y efectivo, es eso, una ilusa quijotada haciendo más inclinada la cuesta de la gobernabilidad y el desarrollo.

Enviaron dos comisionados más. El penúltimo, no solo profundizó la frontera de la aberración incongruente sino inició hojas de ruta con agenda y venenillo propio, asociándose a la última fiscal en una simbiosis de coincidencia politiquera portentosa. La fiscal general, cuyo nombre alardeaba ser doblemente pacífico, resultó tener un DNA tan explosivamente conflictivo que nos dejó más polarizados que nunca y en estado de exhausta confrontación.

Pero el cuento aún no termina. La Cicig pelea una batalla con el caso Pavón. Otro juicio paradigmático con un cofre lleno de prestigio internacional por lograr “condenar” a funcionarios que en sus palabras: “apoyados por la cúpula empresarial guatemalteca”, llevaron a cabo un programa de seguridad que Berger impulsó, el cual escondía un plan sistemático de violación a los derechos humanos y “limpieza social”. Este plan fue ejecutado a sangre fría.

Semejante patraña la diseminaron en un video elaborado por Dall’ Anesse. Lo enviaron a todas las instancias y tambores de resonancia convenientes y esperaron a que diese sus frutos con Sperisen en Suiza y, posteriormente, con Vielmann en España.

El daño es tal en Ginebra que el fiscal pide cadena perpetua. De un tajo eliminaron la posibilidad de salir libre. Una victoria de la defensa —a la luz de la situación jurídica que se vive en ese tribunal en este momento— sería una rebaja para salir anciano.

Y la Cicig quitó el video de youtube, y le echó la culpa a su antecesor. Pero la acusación sigue en la ventana de la Cicig y sin una retracción completa “institucional”, el señalamiento de “asesinos” perdura.

Mientras tanto, aquí en la tierra de los molinos de viento oxidados por la apatía y el letargo sectorial solo hay mutis…

Un silencio absoluto. Los molinos estáticos. Detenidos.

Son las 9 de la mañana en Ginebra. La esposa de Erwin Sperisen inicia su día saliendo a limpiar casas para ganarse la vida y mantener a sus hijos.

Solidaridad a toda prueba…

Publicado el 03 de junio de 2014 en www.prensalibre.com 
http://www.prensalibre.com/opinion/maldicion-intromision_0_1150085001.html

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