A propósito del Aeropuerto

Si en verdad existiera un plan de infraestructura y transporte por parte del ministro Sinibaldi, quien tanto se anuncia en spots televisivos y radiales, la estrategia no debiera apuntar a rehabilitar un alicaído aeropuerto, recientemente “modernizado”; sino a la construcción de complejos aeroportuarios y turísticos de primera, digamos en Retalhuleu, Puerto Barrios, Quetzaltenango y por supuesto impulsar el de Flores Petén, para no citar tan sólo a sitios importantes.

Pero la noticia de primera plana de un matutino del país ayer resalta lo aldeano de nuestro clima de inversiones: “Ejecutivo autoriza construcción de sala en aeropuerto”. Y es que resulta que a raíz de una repentina visita del mandamás guatemalteco, se afirma que no sólo se extendió el tiempo de plazo de una auditoría internacional, sino que la intervención continúa, y de paso se construirán más recintos para almacenes libres de impuestos.

Pero lo que pasa en el aeropuerto, tiene diversas dosis de surrealismo. Recordemos que en nuestro medio no existe una buena legislación de protección al consumidor y a la competencia, y entonces por qué no exprimir más al turista, en donde se incluyen también   una vasta cantidad de conciudadanos que vienen a pasar una temporada, luego de haberse rajado el lomo en Los Ángeles, Indian Town o Chicago.
Resulta ser que existe en el interior todo un monopolio de recintos administrados por una única “Casa de Cambio”, vaya usted a saber subsidiaria de qué remesadora o grupo financiero del país.
A la pregunta de: “a cómo está el tipo de cambio”, viene una larga y vaga respuesta del personal de despacho: “eso depende, y depende de la cantidad que usted quiera cambiar, si cambia más de Q1,000 le damos un tipo preferencial, por supuesto mejor a si cambia una cantidad menor”(¿?)
Ello contrasta con los centros de cambio que uno encuentra, no digamos en un país desarrollado, sino  en la misma Centroamérica o el Caribe. En dichos recintos están claramente expuestas, sin la necesidad de preguntar, las relaciones cambiarias, no sólo con el dólar de los Estados Unidos, sino con el yen, el yuan, el euro, y otras “monedas duras”, en estos tiempos de globalización.
Pero se cae uno de espaldas cuando le vuelve a repreguntar a la despachadora, parafraseándosela más sencillo: “entonces si le doy 100 dólares cuánto me da usted en quetzales”, y como la pregunta obliga a una respuesta sin devaneos, la misma es la siguiente: “le doy 640 quetzales”.
Imagine usted la santa baboseada que le pegan al turista y al migrante, incluso peor que la que nos aplican los bancos del sistema por el cambio de nuestros dolaritos de baja denominación, siendo dicho sea de paso que en el ejercicio de compra y  venta,  el sistema financiero  evidencia que sus utilidades vienen sencillamente de captar barato del público y dar carísimo al mismo público.
Lo cierto es que resulta urgente que el Gabinete Económico  investigue  estas concesiones, que son parte precisamente, de la extrema “autonomía”, que tiene el interventor aeroportuario, en detrimento de los consumidores a quienes debiéramos darle una mejor bienvenida.
Eso que pasa en el cambio de dólares en el aeropuerto es sencillamente un asalto en despoblado, y principalmente me preocupan nuestros expoliados hermanos lejanos, que vienen a darse una vacacioncita al terruño que los explota.

Publicado el 26 de febrero de 2014 en www.lahora.com.gt por Edgar Balsells
http://www.lahora.com.gt/index.php/opinion/opinion/columnas/191873-a-proposito-del-aeropuerto

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