¿Por el ambiente?

JORGE JACOBS A

En los tiempos recientes han sur-gido grupos que se han dedicado sistemáticamente a oponerse a la mayoría de las inversiones. Dicen que lo hacen por el ambiente, por los derechos de los pueblos indígenas, por los derechos de los pobres o por otro sinnúmero de razones, pero lo cierto es que la oposición es sospechosamente unificada en contra de algunas industrias que, casualmente, son de las que más inversiones implican. La pregunta del millón es ¿a qué se debe esa oposición? ¿Son válidos esos argumentos o son simplemente la pantalla para ocultar sus verdaderas intenciones?

En artículos anteriores hablé sobre la minería y propuse el cambio que, según yo, se debe hacer en el sistema para que sus beneficios lleguen al verdadero propietario. Este cambio no es una fumada mía, es lo que funciona muy bien en otras latitudes y ha ayudado a sacar a muchísimas personas de la pobreza. Falta ver si estos grupos realmente quieren resolver el problema o sus intenciones son otras.

Pero la oposición no solo es contra la minería. Se oponen también a la construcción de hidroeléctricas y a los “monocultivos” utilizando los mismos argumentos.

El caso de las hidroeléctricas es el más enigmático para mí. Es una de las formas más amigables al medioambiente para producir energía. No produce humo, como lo hace la producción de energía por medio de combustibles fósiles. No contamina el agua, lo que es más, la regresa mejor de como la recibe, ya que la oxigena. No “consume” agua. De hecho, el agua solo es el medio, ya que lo que realmente se está aprovechando es la fuerza de la gravedad. Sin embargo, hay gente y grupos que se oponen argumentando los tremendos “daños ambientales” que produce. Sigo sin entenderlo.

Luego está el caso de la oposición a los monocultivos. Esta es una oposición a las grandes plantaciones de lo que sea. Nuevamente, utilizan los mismos argumentos y excusas. Ahora bien, ¿cuál es realmente el problema con los monocultivos? Tampoco lo entiendo. Para principiar, desde los inicios de la agricultura —que junto con la minería son de los grandes cambios que permitieron que la humanidad se civilizara— todas las siembras, con algunas pocas excepciones, son monocultivos por definición. Donde se siembra maíz solo hay maíz, donde se siembra banano solo hay banano, donde se siembra arroz solo hay arroz y así, sucesivamente. Y esto es igual indistintamente de si lo que hay sembrado es una cuerda o 10 caballerías. Digo con algunas excepciones porque sé que algunas siembras se pueden combinar, como por ejemplo el maíz con el frijol, pero en todo caso serían, a lo sumo, “bicultivos”.

Al final, parece que estos grupos quisieran que volviésemos a vivir en el Edén: sin metales, sin energía eléctrica, sin agricultura y, por supuesto —aunque eso no lo aceptan ni lo viven— sin ninguna de las comodidades de la vida moderna. Lo que no dicen es que para vivir así sobran como 6,000 millones de personas en el planeta. ¿Qué pretenden hacer con ellas? ¿Eliminarlas? ¿Matarlas de hambre? ¿Cuáles son sus verdaderas intenciones?

Publicado el 06 de febrero de 2014 en www.prensalibre.com 
http://www.prensalibre.com/opinion/ambiente_0_1079892014.html

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