A lo largo de las últimas dos décadas las campañas políticas han estado invariablemente dominadas por el componente de la inseguridad, y se recuerda cómo los candidatos han blandido sus mejores argumentos para presentarse como la gran solución para reducir los efectos de ese embate, como ocurrió hace casi siete años, cuando en la contienda resonaban las ofertas de aplicar la “mano dura” contra los maleantes o bien de “enfrentar la violencia con inteligencia”.
En la última campaña, la propuesta publicitaria del hoy partido de gobierno presentaba idílicas imágenes de estudiantes que usaban computadoras portátiles con total tranquilidad en la calle, como ícono aspiracional de una sociedad hastiada por asaltos, extorsiones, secuestros y asesinatos. Tras la implementación de diversas fuerzas de tarea y la continuación de la Reforma Policial, las cifras se mantienen en un nivel similar, pues el esfuerzo se ha concentrado en patrullar y capturar, en un incesante juego del gato y el ratón.
Ayer estuvo en el país el director del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), Heraldo Muñoz, para presentar oficialmente el Informe de Desarrollo Humano 2013-2014 sobre seguridad ciudadana. Sin mayor preámbulo ratificó que las políticas de mano dura promovidas en Latinomérica por distintos gobernantes han fracasado, y por ello considera que han desatado mayores niveles de violencia, debido a que no se atienden las causas fundamentales del problema, que si bien es complejo, tiene aristas distintas desde las cuales puede ser enfocado.
De hecho, Guatemala ha estado desde hace varios años entre las naciones más violentas del mundo y se considera que los indicadores de muertes por esa causa son propios de países que enfrentan alguna epidemia o, peor aún, con cifras que en nuestro caso ni siquiera existían cuando el territorio nacional estaba sometido a un enfrentamiento armado interno, algo que ha sido motivo de preocupación, porque esa tendencia ha variado muy poco.
El informe del PNUD también enfatiza los graves riesgos que para la democracia representa el uso exclusivo de modelos represivos y reactivos contra el crimen, al punto de que se cree que tienen un impacto negativo en el respeto de los derechos humanos, brindan poca atención a la reinserción y a la prevención, sin atender estrategias a mediano y largo plazos, como la formación técnica y académica para la juventud, la promoción coherente de la cultura y las artes, así como la generación de empleo y emprendimiento, ante una ola homicida que representa la pérdida constante de recursos, oportunidades y vidas.
Publicado el 21 de enero de 2014 en www.prensalibre.com por Editorial Prensa Libre http://www.prensalibre.com/opinion/fracaso-modelo-reactivo_0_1070292996.html
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