Asesores sin criterio propio

La tarea de los lambiscones es negar los costos derivados de la decisión equivocada.

Todo político, funcionario o gerente está rodeado de asesores que le reportan y aconsejan sobre los temas que debe decidir. En algunos casos, los menos, estos asesores tienen independencia de criterio y ejercen su función con objetividad y de acuerdo con su mejor entendimiento de lo que se requiere realizar. En otros, la mayoría de casos, estos asesores adaptan su criterio hacia la dirección que consideran espera escuchar el jefe respectivo. Son altoparlantes de las ideas de su jefe, crean poco valor agregado y amplifican los errores de criterio de sus superiores. Eso sin contar con quienes aparentan satisfacer al jefe, pero en realidad solamente están empujando sus propios intereses.

Los asesores independientes con criterio objetivo y experiencia entienden que su visión es importante, que deben explicitarla con claridad, que cuando son consultados sobre un curso de acción deben señalar los aspectos positivos y negativos que podrían derivarse de la misma y, si solicitado, el curso de acción que sugieren tomar. No importa que su opinión sea o no del agrado del asesorado. Este, por su parte, debe profundizar sobre la lógica de las recomendaciones que recibe, evaluar si existen factores objetivos que las sustentan, calcular los riesgos de los cursos de acción sugeridos, para al final tomar su decisión. La autoridad y responsabilidad será siempre de él, nunca del asesor. Este, sin embargo, al mantener su independencia de criterio es efectivo y genera valor agregado.

Los otros asesores, los que se pliegan a los deseos de sus jefes, son muy apreciados, pero poco efectivos. Su papel es confirmar el camino sugerido, sin importar si es lo correcto. Lo importante es darle confianza al jefe, resaltar las bondades de su propuesta y minimizar los riesgos. Total, si no funciona siempre habrá a quién culpar, nunca al jefe ni, por supuesto, a los consejos del asesor. Con frecuencia son asesores con capacidad de preparar información estadística que sustenta la decisión propuesta o resaltar las leyes que parecen respaldar la decisión. Su enfoque es demostrar lealtad, apoyar con entusiasmo y, cuando oportuno, ser los primeros en atacar al enemigo o desprestigiar al competidor. Si las cosas se ponen difíciles, poco a poco tienden a bajar su perfil y separarse del asesorado. En las victorias, siempre están en primera fila.

El peligro mayor es cuando las emociones del político, funcionario o gerente están en juego. En esas ocasiones lo que reciben son muestras firmes de lealtad sin importar la insensatez de sus propuestas. En la mayoría de casos, al cabo de los días, se debe rectificar el rumbo con costos elevados. En ese caso, la tarea de los asesores lambiscones es negar los costos derivados de la decisión equivocada e insistir que, en su momento, era el camino correcto. Total, el costo no es de ellos. En materia de asesoría, siempre es mejor contar con asesores de carácter que prevengan los errores y mantengan su independencia.

Publicado el 20 de enero de 2014 en www.elperiodico.com.gt por Richard Aitkenhead Castillo 
http://elperiodico.com.gt/es/20140120/opinion/241201/

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