A dos años de gobierno

Uno se pregunta si el binomio presidencial se cree realmente los discursos que han pronunciado en la presentación del informe de dos años de gobierno.  Reiteran el cumplimiento de metas y van más allá: ofrecen más obras, tratando de ser convincentes frente a una multitud cuyos intereses quizá sean el almuerzo, asegurar un empleo o la aprobación de un proyecto dentro del Estado.

Presumir su convencimiento no es muy difícil.  En primer lugar por un ardid de la conciencia.  El espíritu trata de sobrevivir y navegar a costa de la imaginación.  Construye narraciones que al considerarlas reiteradas veces forman un sistema inexpugnable.  De esa manera las personas terminan rendidas en sus propias mentiras.

Pero también es posible el autoconvencimiento a través de la generosidad abrumadora de los demás.  Los gobernantes al estar en compañía de aduladores, enferman de miopía.  Los timos lisonjeros edifican un universo en contraste con los hechos.  La anestesia provocada en sus órganos vitales es de eficacia total.

Esa es la razón por la que los discursos parecen reflejar la realidad. Son la expresión del imaginario del Presidente. Por ello no dudo en que Otto Pérez Molina exprese con certeza los logros, “sus” obras o el castillo que él ha construido en su mente. Los compromisos alcanzados son reales, pero en su pensamiento. Hay un antes y un después que comenzó hace dos años.

¿Cinismo?  Sí, también hay cinismo en los discursos, creo que explicable.   La conciencia que sobrevive a través de sus propias mentiras tiene momentos de sensatez.  Esas luces provocan sismos que permiten considerar las grietas de la realidad falseada.  El sujeto en ocasiones recobra la lucidez y toma conciencia del engaño de los serviles y las patrañas del espíritu.  Se siente miserable, pero agobiada la persona prefiere aparecer mendaz como un acto de defensa para no ser descubierto a plena luz del día.

Esta es la razón por la que uno siente piedad de los gobernantes de turno. Lástima al verlos actuar como malos equilibristas y vergüenza al ser testigo de sus miserias humanas. Ojalá esa fuera la única razón por la que uno siente rechazo hacia ellos. En realidad, los discursos disfrazan también el deseo de salir bien librados de la inmundicia de su quehacer cotidiano. Los discursos deben verse como el momento para justificar la continuidad del manejo de los bienes públicos.

 
Publicado el 15 de enero de 2014 en www.lahora.com.gt por Eduardo Blandón
http://www.lahora.com.gt/index.php/opinion/opinion/columnas/189728-a-dos-anos-de-gobierno

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