Trago amargo

“Si carece de tiempo, lea solo los paréntesis”

Ahora que estamos a punto de estrenar “las fiestas”, entrampados en un bullicio de cachinflines clandestinos, perdones, besos y buenos deseos, nos queda como saldo un año bastante complicado. Un interminable trago amargo.

 Uno más en el que arrasado por contradicciones: espejismos burlones sin materia.

 Un año de profundos desaciertos, donde aplica el dicho de “no esperemos resultados distintos haciendo lo mismo”. Año de negocios sombríos, sobrevalorando, no solo armas, medicinas o municiones, sino la ingenuidad de nuestras almas. Casos como: la anunciada muerte (lenta) de la CICIG, acompañada de una sutil amenaza (solapada) presidencial de “no abrir nuevos casos porque ya no hay tiempo”; la aprobación de préstamos a cambio de bonos “especiales” para muchos diputados (“sobrecogedores”); los violentos (despiadados) desalojos; el estancamiento fatal de todo un sistema educativo sin Norte ni Oeste (Sur ni Este); la burda crónica de una campaña anticipada pintarrajeando mentiras hasta en el cielo; eternas interpelaciones (sin desenlace visible); el “año de la transparencia” más opaco de nuestra historia; la terca insistencia de que la “consulta no es vinculante”; el brutal manejo de las demandas y reivindicaciones con represión y diálogos fingidos, alimentando el descarado racismo. Sigue el hambre, la miseria y la inutilidad (desinterés) de hacerles frente en serio ¡Por dios! Todo eso (y mucho más), además de una insólita anulación del juicio por genocidio, que puso en evidencia (nuevamente) quiénes son los patrones de esta tierra.

 En fin, un año de violencia exacerbada, con un serio aumento de víctimas mortales, niñas embarazadas (violadas), trata (¿percepción?). ¡Vaya penosa bitácora!

 Lo cierto es que no hemos aprendido la fórmula para denunciar. Para evitar compras millonarias, sin licitación (de último minuto). No hemos aprendido a denunciar el transfuguismo, la descarada corrupción y el sistemático abuso. No poseemos la alquimia para condenar como sociedad las trasferencias entre ministerios, el brutal endeudamiento, las bajas ejecuciones y los personajes oscuros que integran burocracias, nepotismos e impunidad. No hemos superado el miedo (terror) a exigir.

 Si los deseos de Navidad, Día de Reyes, Niño Dios o uvas de año nuevo existieran, pediría indignación (cólera) nacional. Sí, ese sentimiento que enfurezca, que despierte para recuperar de una vez por todas lo que nos pertenece: nuestra patria.

Publicado el 18 de diciembre de 2013 www.elperiodico.com.gt por  Anabella Giracca
http://www.elperiodico.com.gt/es/20131218/opinion/239823/

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