En los detalles está el diablo

Última semana de noviembre. Se corre el telón e inicia el acto final del rito anual de aprobación del Presupuesto de la Nación. En el preámbulo ha habido de todo: vestiduras rasgadas porque se llegó a los Q70 mil millones; propuestas de recorte y hasta amenazar con el petate del muerto si se deja vigente el del 2013. Luego de tantos años de curtimiento, ninguna de esas “preocupaciones” quita el sueño a los congresistas. El Organismo Ejecutivo ha pagado ya la factura política del desatino, siendo que el propio Minfin sostiene la “tecnicidad” de su presupuesto.

Valga decir, su meditada intención.

Diversos analistas han manifestado que lo preocupante es la manera cómo se plantea financiar el gasto: recaudación sobreestimada y la colocación de deuda a precios más caros y plazos más cortos que los que ofrecen los préstamos de fuentes externas. Los efectos de la sobreestimación del ingreso ya se vieron este año. Los del endeudamiento sin resultados se verán pronto también.

Hay tres “detalles” que sí pueden hacer que más de algún diputado quiera pensar dos veces qué hará con su voto de aquí a la medianoche del 30 de noviembre.

El primero es que, por esa vía, el Ejecutivo intenta quitarse el yugo del Congreso y contar con mayor margen de maniobra. Si este se hubiera ganado la confianza ciudadana —por su capacidad y probidad— seguramente estaríamos aplaudiendo ese intento. Pero ha sido lo contrario. Los cuestionamientos sobre transparencia son muy fuertes. Además, la laxitud de las normas presupuestarias en el anteproyecto de presupuesto 2014 sugieren que el remedio puede salir mucho más caro que la enfermedad.

En año preelectoral, el Minfin quedaría facultado para colocar los bonos y letras del Tesoro sin prácticamente ninguna restricción y la Presidencia con potestad para decidir sin interferencia a qué se los asigna. El presupuesto, para esto, funciona meramente como un techo máximo de gasto. Todo lo demás es burocráticamente modificable.

El segundo “detalle”: no importa cuánto presupuesto le hayan asignado a determinado ministerio o secretaría, lo que manda realmente en la gestión cotidiana es la llamada “cuota financiera”. Este es un mecanismo de rango legal menor que la ley del presupuesto anual, pero es el instrumento que se impone a la hora de definir cómo se reparte el ingreso disponible.

El presupuesto de la entidad es el techo, más queda a discreción del Minfin cuánto de este recurso le entrega mes a mes a cada cartera. Una comisión interna del Minfin es la que toma esa crítica decisión, sin que sean explícitos previamente a las demás entidades, no digamos a la ciudadanía, sus criterios para asignar. De esa cuenta, la “cuota financiera”, que fue pensada inicialmente como mecanismo de contención del gasto, ahora se torna en un instrumento de ejercicio discrecional del poder. El presupuesto es, cada vez, menos vinculante con lo que ocurre en la realidad de la gestión.

El tercer “detalle”: si se aprueba el presupuesto 2014, el partido de gobierno ya no tendría que desgastarse el año entrante buscando aprobar el del 2015. Con el del 2014 mantienen control. Doble ventaja para quien resulte de candidato oficial y desgaste adicional para el Congreso y los partidos de oposición.

Si el presupuesto 2013 fue malo, no hay mayor duda que el del 2014 es mucho peor y puede , además, quedar vigente para el resto del período de gobierno. ¿Qué harán, señores diputados? Es cuestión de horas saber si el diablo logró colarse, una vez más, por los detalles.

Publicado el 27 de noviembre de 2013 en www.prensalibre.com por Karin Slowing 
 http://www.prensalibre.com/opinion/detalles-diablo_0_1037296276.html

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