De más reformador a no reformador

Hugo Maul R.

Es bien sabido el avance que Guatemala ha experimentado en algunos importantes índices internacionales. El avance más importante y reciente se experimentó en el Doing Business del Banco Mundial. Por segunda vez en menos de una década, Guatemala ha sido catalogado como uno de los países top reformers a nivel mundial. Hace unos ocho años, durante la administración del presidente Óscar Berger, el país recibió la misma distinción. No obstante, la opinión generalizada de inversionistas y empresarios locales es que poco, o nada, ha cambiado en torno al clima de negocios e inversiones. Lo cual no debería causar sorpresa, los avances de tiempos de Berger no llegaron a consolidarse por completo; el gobierno de Álvaro Colom tenía una agenda distinta. Lo único que ha sido constante a lo largo de esta última década ha sido la presión por aumentar el gasto público, las constantes reformas tributarias y de índole administrativa y el creciente endeudamiento público, así como el avance de la corrupción, el retroceso de la transparencia y el estancamiento y deterioro de la eficiencia y efectividad del gasto público. Aunque no lo parezca, estas dos tendencias se convierten en pesados lastres para la operación de cualquier negocio y la rentabilidad de cualquier inversión. Si a esto se añaden los problemas de inseguridad, corrupción y narcotráfico que sufre el país y la falta de consolidación del Estado de Derecho, la falta de certeza jurídica sobre los derechos de propiedad y la falta de independencia y eficiencia del sistema de justicia, no sorprende que ser declarado como país top reformer a nivel mundial no tenga un impacto duradero y significativo en el clima de inversiones y negocios.

Dado este contexto, cualquier esfuerzo por promover el comercio internacional, la inversión extranjera y la competitividad necesariamente está destinado a tener un efecto transitorio y limitado. Por más que existan mejoras en índices que miden de manera específica aspectos puramente operacionales relacionados con los negocios y las inversiones, es difícil que dichas mejoras se traduzcan en cambios reales y profundos en los condicionantes más importantes del clima de negocios e inversión. En términos generales, en materia de competitividad, lo poco que se ha avanzado durante un gobierno se ha retrocedido con creces en el siguiente; ni la velocidad y ni la profundidad de las reformas económicas durante la última década han sido suficientes para mantener a Guatemala a la par de los países que más han avanzado en materia de desarrollo económico. Si bien la competitividad no lo es todo, sí es una muestra clara de cómo la falta de prioridades claras, coherencia y consistencia en la política pública ha impedido que reformas económicas incipientes se consoliden, profundicen, expandan y den los resultados esperados. De muy poco sirve ser nombrado como un top reformer si lo poco que se logra hoy se deshace mañana.

Artículo publicado en el diario guatemalteco El Periódico,  el día martes 26 de noviembre 2013.

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