Campañas salvavidas

Enfrentar la violencia contra las mujeres.

Hace varios meses escribí sobre los “goles poco útiles”, que me parece que hacen campañas sobre buenas costumbres del Bantrab o de respetar las diferencias del azúcar. Y planteé que habían otras urgencias de la sociedad que debían ser tratadas a nivel masivo. Pero no se me ocurría cómo hacerlo ni qué hacerlo ni yo promoví ninguna.

 Y el otro día escuché una de las pocas campañas que valen la pena para espabilarnos. “¿Sabes cuál es el sonido después de una violación?”, pregunta una voz en la radio. Y hay un silencio. De no sé cuántos segundos. “Ese es el sonido del miedo, que es natural, pero los que son unos cobardes son los violadores. Denuncia al teléfono 1555, oficina de la PDH”.

 Esta campaña sí va a cambiar vidas. A recuperar vidas destruidas. A evitar en algo el corazón de lo más oscuro de nuestro país: la violencia contra las mujeres. Hay más violaciones sexuales que asesinatos cada año, y eso que nuestros niveles de desprecio por la vida son epidémicos. Eso quiere decir que nuestros niveles de desprecio por las mujeres son patológicos, enfermizos, inmorales.

Por eso son importantes estas campañas, y mejor que sean pagadas con fondos públicos, porque es un asunto público. La violencia doméstica no es un asunto privado. Deberíamos como sociedad dedicar más fondos a esto. Como aquella campaña que pedía a las mujeres acudir a un centro de salud en las 72 horas después de una violación.  O como hacen falta muchísimas campañas en las aulas y en los medios para hacer ver que es una vergüenza mundial este nivel de machismo, de violencia tácita y explícita, de explotación, de violaciones.

 Quizás, como hacen algunos centros de acogida de adolescentes esclavizadas sexualmente, tenemos que dejar ya de poner los focos sobre las víctimas y hacerlo sobre los violadores. Los clientes que creen que es algo normal estar con una menor de edad o en contra de la voluntad de alguien.

 Poner los reflectores sobre ellos, sobre los abogados hijos de magistrados o sobre los licenciados y con maestría que desaparecen a sus parejas o las golpean. O sobre los que ejercen la violencia cotidiana. Esos varoncitos que le dicen “puta” a cualquier mujer por cualquier motivo. Algo podrido hay en sus cabezas.

 Ojalá que muchas empresas y fundaciones se sumen a este esfuerzo público de la PDH –que va de la mano de muchos esfuerzos en voz baja– para acabar con nuestro cáncer en Centroamérica: la violencia contra las mujeres.

Publicado el 19 de noviembre de 2013 en www.elperiodico.com.gt por Martín Rodríguez Pellecer
http://elperiodico.com.gt/es/20131119/opinion/238167/

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