para beneficio personal en detrimento del bienestar general. Tiene que ver además con oportunidades. Por algo los dichos populares son tan sabios… en arca abierta el justo peca; y más aun, si nadie se da cuenta o si se da y no pasa nada.
Nuestra experiencia indica que en cada administración se instalan diferentes actores inescrupulosos con los mismos propósitos y ambiciones. Hay varios casos en los que los aprovechados han sido enjuiciados, se han quedado encarcelados un tiempo y luego salen a disfrutar de sus fabulosas ganancias. Estas lacras sociales comercian con la salud, robándose medicamentos, incrementando los precios, negociando para obtener los contratos, pagando comisiones para lograrlo. Los actores involucrados pertenecen a diversos estratos sociales, pero son igualmente despreciables.
También cometen ese ilícito en la construcción de infraestructura; no es casual que algunos alcaldes prefieran “invertir” en obra gris, especialmente si es para canchas deportivas o edificios que no son indispensables, porque allí les queda una buena tajada. Otros lucran espuriamente con los alimentos, unos más evadiendo impuestos para lo cual utilizan diversidad de modalidades, eso sí, debidamente asesorados por “expertos” para no dejar huella; otros se alían con sus pares sinvergüenzas, dando mordidas para que sus importaciones pasen con luz verde por las aduanas.
La corrupción está enquistada en el corazón de las instituciones, no de ahora, viene echando raíces y perfeccionándose. Se ha enseñoreado en casi todos los espacios. A los partidos políticos reiteradamente se les señala de manera generalizada, aunque hay que salvar el honor de los decentes; pero muchas de esas instituciones las han convertido en negocios corruptos. Hay numerosos casos de diputados (as) señalados de deshonestos, unos sometidos a proceso, como el de una diputada que hasta se atrevió a echar mano de recursos de la Unión Europea para fines personales. Otros han sido más discretos y cautelosos para realizar sus transas, utilizando su investidura. Mucho se habla del precio de los votos de los congresistas.
Pero también ocurre en el Ejecutivo, en el Organismo Judicial, en la iniciativa privada, en los organismos no gubernamentales, en la cooperación. Negarlo o aparentar ignorancia implica complicidad y el efecto es que no pueden aplicarse mecanismos de detección, prevención, denuncia y sanción. Tolerarla incide en las vidas de la mayoría, a quienes se les arrebatan recursos para sus ingentes necesidades. La corrupción no es “normal”, urge erradicarla.
Publicado el 13 de noviembre de 2013 en www.prensalibre.com por Ileana Alamillahttp://www.prensalibre.com/opinion/cuesta_0_1028897133.html
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