Víctor Soria, mártir de Barillas

ALFRED KALTSCHMITT

El guion se escribe de nuevo, la misma narrativa, los mismos actores, idéntica trama. Don KuK maneja a sus peones asalariados. Los bloqueos de ley. Las largas colas de vehículos y transporte varados bajo amenaza de machete y palo. Los secuestros acostumbrados de agentes de la policía nacional, veinte y pico ahora. Las amenazas y retenciones de periodistas. Gritos y consignas preparadas. Metamensajes, discursos mediáticos. Y enojo. Mucho enojo porque la orden de captura se hizo efectiva contra uno de los líderes de la última turba violenta

—quema hoteles, quema comercios—. Responsables de una persona fallecida, soldados heridos, y el robo de cuatro fusiles y una pistola en el destacamento militar local.
Envalentonados porque el poder coercitivo de la ley no se cumple. Mataron a un soldado que cuidaba un helicóptero. Estaba desarmado. Su nombre: Víctor Miguelito Soria Pacheco, deja una viuda y tres hijos. “Qué clavo, muchá, y ahora qué hacemos, Don Paskual?”. “Ustedes digan que el cuque manipuló mal un lanzagranadas y que la acusación es obra de este gobierno perseguidor de indígenas, criminalizador de protestas sociales, violador de los derechos humanos, usurpador de los recursos naturales, y continúen con la lista de victimizaciones mientras les duren los euros que nos financian; y háganles caso a los canchitos que vienen desde lejos a asesorarnos. Compañeros de solvencia moral entregados solidariamente a la excelsa obra de ayudar al oprimido, proteger al débil y darle de comer al hambriento. ¡Aleluuuuya!

Y ahí está la foto del soldado Víctor Soria, mártir de Barillas, en Facebook, con el torso al desnudo y la clara marca de una herida de bala de alto calibre atravesándole su cuerpo. Inerte. Asesinado. Y todos: —Daniel, el operador local, el activista extranjero y los donantes de euros manchados de sangre— bajan la cabeza. Y con vergüenza interna pero insolencia externa exclaman: “No fuimos nosotros, fueron otros”. Y declaman la misma versión Mickey Mouse de las turbas de San Rafael Las Flores, cuando secuestraron a 22 agentes y les robaron sus armas, quemaron el hotel y comercios, dispararon a los guardias, se robaron el camión de dinamita y siguen en pie de guerra, porque para los líderes el bisnes de la conflictividad debe continuar. “Y que no se metan conmigo porque muevo masas asalariadas… y nadie puede llevarme a la plaza pública del debido proceso porque tengo amigos ‘de la paz’ y embajadas alineadas…”.

Bueno, ¿y cuál es el argumento de su movimiento, pues? ¿No nos consultaron? ¿Las hidroeléctricas y cualquier proyecto tienen que pagar peaje para entrar a este territorio dividido a lo Belice es nuestro? ¿Y qué pasa si se siguen todos los procedimientos y se aclaran las dudas y los argumentos? De nada sirve. Aquí no queremos una hidroeléctrica, o cualquier megaproyecto aunque seamos el 1 por ciento de la población. Punto.

“Entiendan, esto es un movimiento. Nos basamos en la Convención X o Y de los derechos humanos, aunque lo que hacemos no sea ni derecho ni humano. La verdad es relativa. Nuestra posición es política, no jurídica.

Y el espacio se me acaba y no puedo dejar de pensar en Víctor Soria, ese soldado asesinado, mártir de Barillas, padre y esposo de dos niños huérfanos y una viuda.

¿Que hará la fiscal general para capturar a estos activistas asesinos con tantos conectes? ¿Lo mismo de la otra vez? ¿Despedir a la fiscal que osó detenerlos?

Estaremos pendientes.

alfredkalt@gmail.com

Artículo publicado en el diario guatemalteco Prensa Libre, el día viernes 04 de octubre 2013.

No Responses

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *