Paraíso legal

JORGE JACOBS A.

Ayer me embargaba una gran felicidad. ¡Entró en vigencia la nueva ley contra el robo de celulares! Por fin iba a poder caminar tranquilamente por la calle sin temor a que algún ladrón de celulares me fuera a atacar. Era el sueño hecho realidad para la mayoría de los guatemaltecos. Finalmente, robar celulares se convirtió en un delito y ahora los criminales tendrían que buscarse otra fuente de ingresos. ¿Trabajar, quizás? Todos los usuarios de teléfonos estaban felices. Ya no iban a tener que esconder el celular cuando subieran al bus.

Podrían caminar tranquilamente por la calle sin preocuparse de quitarle el volumen al celular, por aquello de que algún alma imprudente los llamara en mal momento y delatara su presencia frente a los ladrones.

Los que andan en vehículo estaban doblemente felices. Se acabaron sus pesadillas cada vez que un motorista se les acercaba. Primero porque ya los motoristas no se les podían acercar, lo prohibió el Reglamento de Tránsito. Además, ya eran fácilmente identificables con su llamativo chaleco color patriota, que tanto había colaborado en inyectarle color a la ciudad.

Pero si las normas del Reglamento de Tránsito no fueran suficientes, ahora los ladrones ya no les podrían robar el celular. La nueva ley claramente establece que es un delito. Lo que hicieron algunos, en una muestra de prudencia y alguien diría que ahora infundado temor, fue sacarle una copia a la Ley de Equipos Terminales Móviles para cargarla, por aquello de que se encontraran con algún ladrón despistado que todavía no se hubiese enterado de su existencia. Si alguno de estos intentaba cometer el delito ahora prohibido, ellos sacarían la copia de la ley y se la entregarían, no sin antes reprocharle su falta de atención para enterarse de cómo había cambiado la legislación en nuestro país.

Según se supo a través de las redes sociales, la primera vez que uno de estos ladrones fue sorprendido de esta manera le agradeció mucho a la señora que tuvo a bien sacarlo de su ignorancia. Cuentan las malas lenguas —aunque esto es un poco difícil de creer— que el ladrón, ante la sorpresa, no supo cómo reaccionar y se puso a llorar frente a la señora. Estaba desesperado. No sabía a qué se iba a dedicar ahora. No sabía hacer ningún otro trabajo, le contó. Ya no podría mantener a su familia. Cuentan que la señora fue movida a tanta compasión que hasta dinero le dio al pobre ladrón desempleado y lo animó a que buscara otra línea de trabajo. El desconsolado ladrón le dijo que buscaría algún otro producto cuyo robo todavía no estuviera prohibido por la ley, y se fue.

Y así, con tan solo la aprobación de una legislación, el Congreso logró lo que ni la Policía ni el Ministerio Público habían logrado en mucho de tiempo. De un solo plumazo erradicaron de sobre la faz de Guatemala el robo de celulares. Ya los ciudadanos podemos circular en paz. Nuestros representantes finalmente entendieron que solo se necesitaba aprobar una legislación para establecer el cielo en la tierra. ¡Felicitaciones, llegamos al paraíso!

@jjliber

Artículo publicado en el diario guatemalteco Prensa Libre, el día jueves 10 de octubre 2013.

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