Cacería de gatos

El robo de vehículos ocupa un lugar preferencial dentro de los delitos patrimoniales. Tiene ese sitio “privilegiado” desde hace al menos dos décadas, y año con año muestra su crecimiento aunque con pequeñas variaciones hacia la baja. Como indicador de éxito, la Fuerza de Tarea contra el Robo de Vehículos y el Ministerio Público desplazaron la semana pasada más de 750 agentes policiales para efectuar al menos 80 allanamientos en la capital y municipios aledaños, donde fueron aprehendidas 22 personas. Es evidente que la sofisticación de ese delito ha contribuido a crear redes,

 cada vez más complejas y mejor estructuradas, con cobertura internacional; donde la complacencia e involucramiento de las instituciones públicas representa su principal aditivo.

Me surge la duda si esos operativos, más parecidos a cacería de gatos, no esconden otros objetivos de mayor alcance. Los retenidos, en el mejor de los casos, son personal operativo, motivados por el dinero fácil, el cuidado de sus empleos, la presión y engaño de sus jefes, pero difícilmente por algo más. Son piezas descartables. ¿Dónde quedan las autoridades de nivel alto y medio? ¿Cuándo será que se lleven a cabo operativos de esa magnitud para entrarle a fondo con las redes vinculadas con el contrabando? ¿Podremos ver en los siguientes años cacerías de fieras mayores? ¿Cuántos de los capturados realmente serán condenados por delitos de peso?

Las capturas son más un mensaje para las autoridades y personal de la SAT. Es evidente que esa institución tiene otras redes de alcances similares que se han salido fuera de los límites por donde corre la lógica acumulativa de las autoridades. Cuando estas no derraman lo suficiente o trasladan las dádivas hacia otras esferas fuera de lo pactado, lo mejor es halar las orejas, atemorizar. Sobre esa institución se ciernen otros asuntos: las metas de recaudación siguen planteándose en el aire, sin mayor consistencia y lejos de una realidad que coloca contra las cuerdas las finanzas públicas. El profesionalismo y manejo técnico de gestiones anteriores, comienza a tambalear cuando se ha convertido en una caja de resonancia de orden político al servicio de los sectores que cortan el pastel. Se hacen de la vista gorda de los asuntos gruesos e intentan congraciarse con temas de cierto impacto.

Sembrar miedo, incluso terror es una de las principales estrategias utilizadas, tanto por autoridades, como por otros actores de poder. Primero parecen operativos tipo show mediático, que quieren decir que las autoridades están en la jugada; aunque distan de tener dominio aunque sea parcial del asunto. Cuando fallan otras estrategias, lo que queda es infundir una suerte de autoridad artificial.

Yo hago como que tengo poder, y ustedes hacen como si obedecen; a la vuelta de la esquina todo vuelve a su nivel de componendas iniciales. La agenda pública se va construyendo con base en episodios simbólicos, a manera de etapas que suenan disímiles para la población, pero tienen mucha congruencia para quienes sacan raja hasta de las piedras.

Publicado el 03 de octubre de 2013 en www.prensalibre.com por Renzo Lautaro Rosal
http://www.prensalibre.com/opinion/Caceria-gatos_0_1004299578.html

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