1) derecho a la vida y buena salud; 2) a la educación, a estudiar, jugar y descansar; 3) al amor y a la familia, a tener un hogar, a ser cuidado por sus progenitores, derecho a un nombre y una identidad; 4) a un ambiente sano, a una alimentación adecuada, a una vivienda agradable y sana, a tener agua pura, un ambiente limpio; 5) derecho a la diferencia, a ser tratado con igualdad, no importa el grupo étnico, costumbres o religiones; 6) a cuidados especiales cuando tengan dificultades de oír, ver o caminar; 7) a no trabajar antes de la edad permitida en la ley —aunque valdría la pena decir simplemente, a no trabajar—; 8) a ser los primeros en obtener protección ante las catástrofes; 9) a la libertad de expresión, a conocer, pensar, opinar, decidir y a reunirse con otros niños; 10) al buen trato, a ser protegido de los abusos y de las drogas; 11) derecho a la paz; 12) a la justicia, a que se actúe de acuerdo con las leyes especiales cuando un niño o niña es señalado de la comisión de un delito.
Qué bonito se leen esas garantías, que en otros lugares son realidades.
Aquí apenas estamos abogando porque se logre rescatar a ese 49% de pequeños que padecen algún grado de desnutrición crónica, porque las aguas contaminadas sean saneadas; que los centros de Salud cuenten con alguna medicina para aliviar sus dolores; que hayan letrinas en sus ranchos, porque ese 1.2 millón de niños y niñas y adolescentes entre 5 y 18 años ingresen en el sistema escolar, porque se reduzca la alta tasa de mortalidad infantil y que ya no tengamos el drama de suicidios de menores atribuidos, en la mayoría de casos, a problemas emocionales, sentimentales, drogadicción o alcoholismo.
Cada 7.5 minutos, una adolescente se embaraza en Guatemala, niñitas de entre 10 y 14 años convertidas en madres; niños desaparecidos, abusos contra infantes, cada hora un niño (a) es ultrajado, bebés abandonados cada vez con más frecuencia, numerosos adolescentes sancionados y en conflicto con la ley.
¿Cómo podemos vivir y dormir tranquilos pensando solo en nosotros y nuestro entorno, sabiendo que la infancia y adolescencia guatemalteca, en su mayoría, carecen de todo? La existencia simultánea de pobreza y desigualdad provoca este cuadro desolador.
Menos mal que los empresarios están volviendo la vista a lo que llaman “el capital humano”, a ver si finalmente le entran a fondo al problema y no solo a lo que hay en la superficie. Se necesitan niños (as) nutridos y educados, pero sin olvidarse de la pobreza, la desigualdad y la exclusión. No hay que hacerse el disimulado.
Publicado el 02 de octubre de 2013 en www.prensalibre.com por Ileana Alamilla http://www.prensalibre.com/opinion/Hacerse-disimulado_0_1003699635.html
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