Mentir con estadísticas

La polémica que se levantó en las redes sociales por el discurso del presidente ante la Asamblea General de las Naciones Unidas me hizo recordar un libro que leí cuando cursaba mis estudios de maestría. No formaba parte de las lecturas oficiales, mas el catedrático fue vehemente en que lo leyéramos, especialmente quienes en ese entonces pensábamos incursionar más a fondo en la estadística. Con la simpleza con que Carl Sagan explicaba los misterios del universo, Darell Huff, autor de Cómo mentir con estadísticas,

enumera diversas maneras como una cifra, un indicador, una gráfica pueden legitimar una verdad a medias, distorsionar un hecho o hacer que otro cualquiera parezca una verdad contundente e indiscutible.

La estadística, como toda disciplina científica, aun cuando su base sea la aritmética, no está exenta de cierta subjetividad. Somos humanos quienes, a fin de cuentas, decidimos qué datos usar y cómo. Justamente por conocerse ese sesgo “inherente” de quienes investigan, los datos han de tratarse con rigor: examinar, comparar, contrastar, corroborar; es igual de importante explicitar y documentar los supuestos e hipótesis en los que se basa el análisis, como el método empleado; se reconocen los límites de la información, no solo sus alcances. Sistemas estadísticos frágiles y desactualizados como el nuestro exigen mucho más cuidado todavía con el manejo de las cifras.

La reducción de muertes por desnutrición, el descenso de la impunidad, el incremento del empleo formal, no son hechos menores en una sociedad que espera precisamente ese tipo de resultados. ¿Por qué no creer, entonces, las cifras del discurso? ¿Será que basta con atribuirlo a que la percepción ciudadana tarda en modificarse? ¿Al descrédito de los políticos?

Hay razones técnicas para no confiar. El presidente del colegio de Contadores Públicos y Auditores dio ya una explicación alternativa a una de las estadísticas: el alza de afiliados al IGSS, más que indicador de nuevos empleos, refleja la regularización que está ocurriendo de empleos preexistentes frente al Seguro Social. Antes de las reformas tributarias del 2012, las empresas simplemente no reportaban sus trabajadores al IGSS, para ahorrarse el costo. Ahora lo están haciendo porque así pueden deducir los salarios del pago del impuesto sobre la renta; les resulta más barato pagarle al IGSS que pagar el ISR. ¿Algo más contundente todavía? El lunes recién pasado se hicieron públicas las primeras cifras de la ENEI 2013. El desempleo, más que descender, se ha incrementado.

¿Que se ha reducido de 22 x 1,000 a 11 por 1,000 la tasa de muerte por desnutrición? ¡Magnífico! Ando buscando todavía los datos que sirven de base para tal afirmación, y el método de cálculo. Ni la página web de Sesan ni la del Ministerio de Salud o del Centro Nacional de Epidemiología los tienen accesibles al redactar esta columna.

Aunque la tasa fuera correcta, y la acción de salvar vidas sea memorable, ese indicador no mide la meta de gestión del Pacto Hambre Cero: la reducción de la desnutrición crónica en menores de 5 años. Para tener una cifra confiable sobre esa tendencia no queda más que esperar que se haga la nueva Encuesta de Salud Materno-Infantil.

De eso precisamente es de lo que nos advierte Huff en su libro: Usar cualquier dato, no importa si no es el pertinente, o si está malinterpretado. Lo importante es que haya uno que “impresione”, que atonte el cerebro e impida pensar. Eso es lo que ocurre cuando los “resultados” que se buscan son los mediáticos, no los de desarrollo.

Publicado el 02 de octubre de 2013 en www.prensalibre.com por Karin Slowing 
http://www.prensalibre.com/opinion/Mentir-estadisticas_0_1003699641.html

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