¿Por qué importa tan poco la corrupción?

Cuando se analiza detenidamente la forma en que los guatemaltecos reaccionamos frente a la corrupción, que es a mi juicio el peor problema que enfrenta la humanidad, que encuentra sustento en la pérdida de valores morales y principios y en la falta de certeza del castigo, nos encontramos con que de todo hay en la viña del Señor. Hay quienes no se inmutan porque estiman que esas cosas no son ni siquiera malas, sino tan solo las ven como la forma común de hacer negocios en un país en el que las leyes están para incumplirse y encuentran las justificaciones que sean necesarias.

Otros se conmueven cuando no los salpican con lo que pactaron y les fue ofrecido (generalmente durante las campañas) y a pesar de que desde hacía buen tiempo sabían que se iban a hacer negocios, no los denuncian hasta que se dan cuenta que ya no serán los beneficiados con la corrupción o algunos hechos  derivados del tráfico de influencias. Eso es más fácil verlo porque las vestiduras se rasgan de forma especial.

Hay quienes se perturban pero solo por la corrupción de los alcaldes, de algunos diputados y generalmente de funcionarios o contratistas de poca monta, mientras que se hacen de la vista gorda o hasta la justifican, cuando los hechos de corrupción los comenten personas de su círculo o de su estatus social.

Y ante esa realidad, ¿cómo jocotes vamos a cambiar? ¿Cómo vamos a lograr que nuestro país cambie si aquí está asegurado que funciona una doble moral, más un aparato paralelo de justicia que procura la impunidad de aquellos que tienen los dineros o las influencias para poder requerir de sus servicios?

Y claro que la desnutrición de nuestros niños, la falta de salud de la gran mayoría, la falta de educación y oportunidades para muchos, así como la inseguridad son temas fundamentales pero de los que nunca vamos a poder salir adelante mientras mantengamos un sistema perfecto de corrupción e impunidad y en tanto, las autoridades del sector justicia no manden un mensaje fuerte y claro que quien la haga terminará pagándola.

No saldremos adelante porque no habrá presupuesto que alcance dado que las prioridades están invertidas, es decir, primero viene el negocio y lo que sobra resulta sirviendo para atender la necesidad. La tarea es doble porque aunque las entidades con facultades para iniciar las investigaciones se convencieran de la necesidad de sentar precedentes, la corrupción le deja las puertas abiertas a los mafiosos para que a través de ella se aseguren de poder acceder y pagar el sistema paralelo que asegura impunidad y neutraliza la persecución. Por ello el compromiso debe ser total.

Sabiendo que la corrupción es un monstruo de mil cabezas como dijeron nuestras autoridades de turno, que de paso se convirtieron en unas de esas miles de cabezas, se requiere de mucha entrega y voluntad para enfrentar el mal. Primero de los ciudadanos para ser parte de la solución y no del problema, obligándonos a dejar prácticas que alientan la impunidad que luego sirven para la corrupción.

Y paralelamente, una actitud enérgica de las autoridades, en especial del Ministerio Público y la CICIG, actitud que como ciudadanos deberíamos apoyar para lograr sentar precedentes que demuestren que en Guatemala la corrupción es un crimen de lesa humanidad que mata de forma silenciosa y sigilosa, negando el desarrollo de la población y condenando al círculo de la pobreza a millones de personas, hundiendo al país a un subdesarrollo.
Hoy por hoy podrá parecer que el hecho de enfrentar el tema de la corrupción es algo de ilusos o un tema utópico, pero yo tengo el sueño que algún día podremos ser mejores, que algún día tendremos más niños sanos, educados y con valores arraigados, que juntos a aquellos que ya tienen esas condiciones, se logre la Guatemala con la que todos soñamos. Esa ilusión nos debe dar suficiente gasolina para seguir adelante luchando contra la corrupción.

Publicado el 25 de Septiembre 2013 en www.lahora.com.gt por Pedro Pablo Marroquín Pérez 
http://www.lahora.com.gt/index.php/opinion/opinion/columnas/184229-ipor-que-importa-tan-poco-la-corrupcion

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