Radicalismo y torpeza

Mientras la mentira abunda, la verdad desaparece.

La polarización de la ciudadanía no cede, y lejos de eso, pareciera que hay instancias interesadas en promover la ingobernabilidad nacional utilizando como instrumento la agresión verbal entre corrientes de pensamiento opuestas.

Es indiscutible que el radicalismo fácilmente  produce odio, y este se está manifestando de manera persistente a través de la expresión pública, tanto en los medios escritos, como por la vía radial o virtual. La mentira abunda y la verdad desaparece.

Por años, y de forma creciente después de la firma de los Acuerdos de Paz, en vez de comprensión y entendimiento, se ha retomado la confrontación, que hoy se manifiesta con el discurso prejuicioso que sataniza la creación de riqueza, la empresa exitosa y también al finquero, al “oligarca”, a las “élites”, las transnacionales, etcétera, sin una reflexión honesta del esfuerzo que requiere producir riqueza.

Pareciera haber desaparecido el reconocimiento a aquella tradición de antaño que ejemplificaba el trabajo honrado de varias generaciones para alcanzar niveles de estabilidad que permitan gozar del producto del trabajo. Se ha olvidado que pasan muchos años de persistente eficacia y disciplinados sacrificios (limitando la distribución de utilidades para reinvertir y crecer), para evolucionar una iniciativa y convertirse en una sólida fuente de ingresos.

El empresario resulta de entrada estigmatizado, descalificado, insultado, y hasta señalado de oportunista cuando promueve y contribuye con iniciativas de orden social; si del finquero se trata, pasa a ser explotador, racista e incapaz de sentir solidaridad con sus trabajadores y las limitaciones que enfrentan ante la falta de oportunidad para salir del campo, superarse y progresar.

Curiosamente los capitales “emergentes”, muchos de los cuales se han acumulado en unos pocos años de conectes con el poder político, o “negocios” poco ortodoxos, reciben con más facilidad el beneficio de la duda.

La proliferación de esas opiniones o “análisis” parcializados a conveniencia, también eluden cualquier reconocimiento a los méritos de los numerosos programas que congruentes con la solidaridad social, permiten aliviar las falencias del sistema.

Lo mismo sucede con muchísimas ONG, no alineadas a corrientes ideológicas ni al poder político, que a lo largo de los años han alcanzado logros significativos en beneficio de la población necesitada. Tampoco se habla de esas iniciativas.

Es por ello que las grandes empresas nacionales se ven forzadas a publicitar los programas destinados a favorecer a los grupos vulnerables de la población, y también aquellas transnacionales que actúan con responsabilidad en estricto apego a la ley y a las condiciones pactadas con el Estado.

Por supuesto las expresiones peyorativas y muchas veces racistas son más producto de la torpeza cortoplacista que de la insensibilidad o resentimiento, pero por la razón que sea, solo alimentan la confrontación y la división entre los guatemaltecos.

A todo lo anterior periódicamente se suma la inconcebible injerencia de voces extranjeras que predican en nuestro territorio lo que no practican en el propio, y que lejos de contribuir con sus acciones al fortalecimiento institucional y el desarrollo integral, alimentan la consolidación del odio, la parcialidad de la “justicia” y la ingobernabilidad en el país, aun cuando se vendan como adalides de una solidaridad humana.

Publicado el 24 de Septiembre 2013 en www.elperiodico.com por Marta Altolaguirre
http://www.elperiodico.com.gt/es/20130924/opinion/234982/

Categories:

No Responses

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *


The reCAPTCHA verification period has expired. Please reload the page.