Tales problemas son auténticas cadenas que amarran el futuro de generaciones completas de guatemaltecos, quienes se ven privados de tener un país más competitivo. La evidencia más reciente de esta condena al subdesarrollo son las calificaciones obtenidas en el Índice de Competitividad Global 2013-2014 que se dio a conocer esta semana, en el cual el país pasó de la posición 83 a la 86, debido a las múltiples barreras para la llegada y germinación de iniciativas empresariales.
Estas evaluaciones no son antojadizas ni tienen trasfondo político, como suelen argumentar las autoridades de turno, al intentar desviar la atención acerca de cómo es percibido el país. El Foro Económico Mundial, responsable de este índice, toma en cuenta varios parámetros para determinar avances o retrocesos. Es por ello que la situación nacional es abordada desde diversas perspectivas, comenzando por las garantías de seguridad, que son un elemento básico.
Es tan grave la situación de inseguridad imperante en el país, que de 148 naciones evaluadas ocupamos la última posición, y eso implica que cualquier empresario afrontará elevados costos adicionales si decide operar en territorio guatemalteco. La tormenta delictiva es la principal causa de que muchos servicios se encarezcan, ya que el Estado ha sido incapaz de brindar las garantías mínimas de seguridad, por lo cual proliferan empresas y servicios que implican más gastos para contrarrestar los efectos de ese flagelo.
Tampoco ha habido avance en hacer más eficiente la burocracia, ni existe mayor certeza jurídica ni confianza en que leyes garanticen la inversión. Menos se puede hablar de progreso en mejorar la oferta de mano de obra calificada, al punto de que incluso varias universidades se resisten a brindar datos estadísticos de cuántos profesionales se preparan en áreas científicas o tecnológicas, lo cual es un dato clave para atraer a compañías de tales ramos y es lo menos que debería facilitar un centro de estudios superiores.
En el fondo subyace la corrupción, que penosamente ni siquiera es una preocupación de la población, pero que tiene efectos tan devastadores como los de la delincuencia, porque su impacto abarca a miles de personas y son millonarios los recursos que terminan en manos de quienes se aprovechan del aparato público y pierden de vista que el daño se lo hacen a aquellos que de verdad necesitan infraestructura de calidad, educación, seguridad pública y salud, y no de falsos profetas que en su oportunidad prometieron cambiar esa secuela de abusos que se han acrecentado en los últimos gobiernos.
Publicado 08 de Septiembre 2013 en www.prensalibre.com por Editorial Prensa Libre http://www.prensalibre.com/opinion/obstaculos-desarrollo_0_989301069.html
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