No hay sociedad en la historia de la humanidad que no haya logrado cambiar y enderezar el rumbo a menos que sus ciudadanos hayan tenido la determinación y el deseo de empezar haciendo cambios desde las cosas más pequeñas de la vida y las que a veces pueden parecer insignificantes.
Soy fiel creyente de que como guatemaltecos tenemos lo que, por complicidad, indiferencia o falta de entendimiento, hemos cosechado para bien o para mal. A veces los ciudadanos comunes y corrientes tendemos a pensar que somos mejores que los políticos, que los mafiosos de cuello blanco o las lacras sociales porque no caemos en sus conductas que tanto daño le hacen a la sociedad.
Pero analicemos eso con detenimiento. ¿Qué diferencia hay entre un funcionario que cobra US $5 millones por el otorgamiento de una licencia estatal, el empresario que lo paga o un policía o guardia que recibe una mordida de un ciudadano o de un preso? ¿Qué diferencia hay entre alguien que no paga impuestos sobre Q10 millones o alguien que no paga sobre Q100? ¿Qué diferencia hay entre alguien que trae cosas de contrabando o alguien que compra un celular robado? Algún cínico con la tradicional chispa chapina nos dirá que la diferencia en todos los casos es un montón de pisto, pero ese es el problema puesto que estamos midiendo nuestros actos por los números y no por los principios.
Claro que los extremos siempre serán un agravante, es decir una situación que empeora o aumenta la gravedad de algo, pero si lo vemos fríamente, muchas veces caemos en las mismas mañas que los grandes mafiosos solo que en diferentes proporciones y cantidades. Difieren las cantidades, pero al final del día y para efectos sociales y del país, lo que importa es que no estamos haciendo las cosas de manera correcta.
¿Qué nos hace mejores que aquellos a los que llamamos y creemos mafiosos? La verdad que terminamos cojeando de la misma pata aunque es ahí donde empezamos a fomentar un gris moral que ya no afecta tanto nuestra conciencia porque pensamos que siempre hay “otros que son más chuchos” y en ellos encontramos un consuelo que nos hace dormir mejor en las noches.
Lastimosamente como ciudadanos nos hemos convertido en severos críticos de las personas que llevan a cabo hechos ilegales, pero no criticamos con la misma severidad los hechos en sí porque siempre nos dejamos la puerta abierta, en caso nosotros seamos los que hagamos un negocio, necesitemos comprar a un funcionario, dejar de pagar impuestos, traer o comprar algo de contrabando, no digamos robado.
Y lo que no es tarde para entender pero es vital que lo hagamos, es que esa actitud generalizada del chapín es la que ha sido caldo de cultivo para las grandes mafias, para que las personas que lucran con la impunidad logren cada día fortalecer una estructura perversa. Nosotros, sin darnos cuenta tal vez, hemos sido gasolina para un sistema que está hecho para que el más inescrupuloso saque ventaja.
Entonces yo me pregunto y le pegunto a usted, ¿somos parte de la solución o del problema? A mi juicio, hoy por hoy y con esos grises morales, somos parte del problema pero estamos a tiempo para terminar siendo parte de la solución en la medida que, por mucho que cueste y en medio de las tentaciones que siempre existen, nos dediquemos a actuar en base a principios sabiendo que lo mismo es transgredir la norma para lo poco que para lo mucho.
Si no entendemos que por poco que nos salgamos de la línea recta de la vida, contribuimos y mucho a la perversidad en la que vivimos, jamás podremos entender cuál es nuestro papel que a mi juicio se traduce en que, para cambiar a Guatemala, será necesario que todos actuemos en un marco de legalidad y principios.
Con solvencia moral, nos indignarán más los hechos ilícitos y así, lograremos despertar para que honremos el dicho que no hay mal que dure cien años ni pueblo que lo aguante.
Publicado el 27 de Agosto 2013 en www.lahora.com.gt Pedro Pablo Marroquín Pérez http://www.lahora.com.gt/index.php/opinion/opinion/columnas/182827-isomos-parte-de-la-solucion-o-del-problema
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