Endurecimiento de actitudes

Quien no está conmigo está contra mí.

na vez más en nuestra sociedad se está afianzando una patética espiral de endurecimiento de actitudes, alimentada por encolerizados intercambios, posiciones irreductibles, demostraciones sectarias, fanatismos ideológicos y furibundos desencuentros.

 

A lo largo de mi vida he visto una y otra vez estas manifestaciones de odio, intransigencia y polarización. Nací a mediados de los años cincuenta, en plena Guerra Fría. En ese tiempo regía la norma no escrita del “quien no está conmigo está contra mí”. No había lugar para opciones intermedias o terceras vías. Los “no alineados” eran considerados cobardes o indefinidos vergonzantes. En fin, un combate fratricida y sin cuartel, caracterizado por la sospecha, el sotto voce, el miedo, la delación, el abuso, la agresión, el cateo, la tortura, la metralla y la tragedia.

 

Crecí bajo los regímenes autoritarios de Castillo Armas, Flores Avendaño, Ydígoras Fuentes y Peralta Azurdia (1954-66). El gobierno democrático de Méndez Montenegro (1966-70) fue una suerte de interregno civil, asediado y hostigado por extremistas intolerantes. Sus aspiraciones eran la construcción de una democracia republicana eficaz y la reconciliación, pero los bandos antagónicos en pelea mortal solo tenían en mente imponerse por la fuerza y la violencia.

 

En 1970, los paranoicos extremistas en pugna, habiendo desacreditado y liquidado a la opción democrática (civil), chocaron frontalmente. Por un lado, los defensores del estatus quo, adversos al cambio y anclados en la Doctrina de la Seguridad Nacional; y, por el otro, la guerrilla marxista, con vocación totalitaria, patrocinada por el “bloque comunista”. Durante los años setenta y ochenta, el enfrentamiento armado interno socavó la convivencia y degeneró en una catástrofe humanitaria.

 

En teoría, el proceso de democratización que se inició en 1986 y la Firma de la Paz (1996) abrirían la puerta a la reconciliación nacional, al diálogo y a la negociación, a la solución pacífica de las disputas, a la libre expresión de ideas, así como a las elecciones periódicas, libres, justas, limpias y basadas en el sufragio universal y secreto, a la inversión productiva y al desarrollo integral.

 

Sin embargo, la ausencia de una justicia oficial pronta y cumplida, que erradique la impunidad y dirima los conflictos, la falta de una estrategia consensuada de desarrollo integral sustentable, el individualismo extremo, los niveles insoportables de intolerancia, la acción política personalista, miope, corrupta y clientelar, así como la dispensa insensata de privilegios y ventajas, siguen impidiendo que en Guatemala se consolide una democracia republicana y que, con confianza, aspiremos a un futuro de paz, armonía y prosperidad.

Publicado el 26 de Agosto 2013 en www.elperiodico.com.gt por MARIO FUENTES DESTARAC
 http://www.elperiodico.com.gt/es/20130826/opinion/233400/

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