Caravana anti Ambrosio

Es que no es solo el casco y el chaleco naranja lo que está en juego. Es nuestra libertad. Nuestro derecho de locomoción. Es que no es rebeldía a no querer ponernos numeritos al estilo 666 que de todos modos nadie lee. Es que no es solo por resistencia a manejar en fila como ovejas dóciles, aunque tengamos un tigre entre las piernas. Un vehículo liviano, ágil, rápido, económico, que burla el caos de la congestión y gestiona su propia movilidad, a su costo y a su riesgo. Es que no es insubordinación al deseo de impedir los asaltos en motos.
 

Es que los asaltos no son el problema de los motoristas porque algunos asaltan. Eso es un asunto que compete a las autoridades que manejan la seguridad.

Nos estamos rebelando a una disposición insana, ilógica, inoperante, inaplicable, impertinente y, para muchos, cara. En Guatemala hay caos vehicular porque la capital ya rebasó su capacidad de carga vehicular, la cual se duplica cada cuatro años.

En Guatemala hay caos vehicular por la anarquía absoluta del transporte público, con sus miles de buses recorriendo las calles en total y completo desorden, a la vista y el desinterés de las autoridades que supuestamente deberían planificar, ordenar y controlar el transporte público. Y no es solo responsabilidad de los alcaldes. Es un tema que sobrepasa la dimensionalidad metropolitana, con municipalidades aledañas que se convirtieron en una sola masa uniforme de jungla de cemento. Cada quien con sus reglas y sus propias cuitas municipales sin ninguna coordinación entre sí.

Parte de la solución es que hay que invertir decenas de millones en puentes, circunvalaciones y pasos a desnivel. Pero el problema persistirá hasta que el Transmetro sea el ¡único! transporte público funcionando. El impacto que miles de buses destartalados dejen de recorrer las calles de la ciudad afectaría en forma inmediata la fluidez del tránsito.

Y esa es la razón de andar en moto. No se aguanta el mal servicio, el costo, la tardanza y la inseguridad del transporte público. La profesión más peligrosa de Guatemala es ser chofer de bus. Los matan a diario y el número va en aumento con el caos.

De manera que tratar de ordenar a las motos antes que el cuadro grande del tránsito y la infraestructura y la seguridad en Guatemala es una impertinencia grosera que atenta contra la lógica y el sentido común.

Vuelvo a esgrimir el tema de la libertad. La libertad no es libertinaje, es derecho respetuoso del ajeno. La libertad se hace plural al hacerse singular. Cuando comienza conmigo. Mi individualidad. Mi libre albedrío, mi espacio propietario. La libertad en convivencia bajo el paraguas de acuerdos generales, sin dedicaciones oportunistas ni enfoques causales. Bajo el amparo de la ley superior que cobija a todos por igual.

Esta ley, ya bautizada como chaleco naranja, es una aberración preocupante. Demuestra cuán alejados de la realidad de la ciudadanía están los que no pueden ver el cuadro grande de la gobernabilidad del país. Hay tantas prioridades, tanta problemática más urgente, tanto compendio de obras inconclusas y necesidades insatisfechas, que la pretensión ofende.

Soy motorista por vocación y convicción. Desde joven. No dejaré de andar en moto. Y me rehúso a que me quiten mi libertad de deambular —como en todas partes del mundo—, por la izquierda o la derecha, sin chaleco y sin un número pintado en el trasero.

Publicado el 23 de Agosto 2013 en www.prensalibre.com por ALFRED KALTSCHMITT
http://www.prensalibre.com/opinion/Caravana-anti-Ambrosio_0_979702052.html

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