¡Tiburón… tiburón!

Pocas imágenes son más amenazadoras en el imaginario colectivo que la clásica de la aleta dorsal de un tiburón asomando fuera del agua, cerca de personas abandonadas a su merced en medio del mar. Uno puede hasta imaginar al tiburón dando vuelta tras vuelta alrededor de la pequeña embarcación donde los temblorosos náufragos imaginan los filudos dientes del animal clavándose en su carne, desgarrándola. Ante la intención del partido oficial de legitimar una deuda ilegal, vía la aprobación de bonos en el Legislativo,

hay tiburones cercando ese hemiciclo, tratando de practicar fielmente el mandamiento político guatemalteco de “morder y salpicar”. Se cuenta que se enganchan las voluntades políticas de ciertos diputados por Q300 mil iniciales, que luego se complementarán con una cifra bastante mayor, al haber pasado la iniciativa en el Congreso.

Un funcionario internacional confirmó públicamente hace años que en Guatemala “no hay obra sin sobra”, lo cual hace de este pequeño territorio de 108 mil km cuadrados un paraíso para este continuum de corrupción e impunidad que no solo provoca vergüenza, sino una enorme frustración y una impotencia que va minando la confianza ciudadana y la esperanza en el futuro de este país. Hacia donde volteemos los ojos aparece un acto de corrupción; empresas sin experiencia y sin pasado ganando la adjudicación de obras millonarias, sobornos a la clase política y a funcionarios públicos para abrir puertas en instancias del Estado, reuniones a puerta cerrada para negociar debajo de la mesa favores políticos. Usted nómbrelo, que en Guatemala tenemos de todo.

“Mordiendo y salpicando”, es la expresión preferida de la casta guatemalensis que chorrea saliva por las comisuras de la boca mientras le llenan el bolsillo. Pero al mismo tiempo, tras esta expresión se esconde el rubro de “otros gastos” de algunas empresas que los contemplan dentro de su presupuesto de manera habitual, para comprar favores políticos. De allí que la aprobación del paquete de las Leyes de Transparencia sea de urgencia nacional, así como las reformas a la Ley Electoral y de Partidos Políticos. No es que una ley cambie de tajo las mañas de los corruptos de uno y otro lado, pero en algún momento tenemos que empezarles a poner a los tiburones un cerco que les sea difícil atravesar.

Comienza la carrera electoral, que en realidad nunca se detiene formalmente en este país, y con ella la compra de voluntades. Los diputados tránsfugas comenzarán a moverse de un partido a otro muy pronto, según convenga a la agenda política de turno y a sus deudas personales. Los políticos comenzarán a mostrar su rostro social, apostándole con dinero ajeno al rescate de su imagen pública y a las obras que capitalizan el voto de los electores. Algunos empresarios tradicionalmente “interesados” en la vida nacional ya están dejando correr sus capitales en uno y otro sentido. En fin, el libre mercadeo de la política pide que la plata circule, y eso vaya si no sucede por aquí. Total, como he escuchado decir más de una vez, “la vergüenza pasa, pero la plata queda en casa”.

Publicado el 08 de Agosto 2013 en www.prensalibre.com por CAROLINA ESCOBAR SARTI
http://www.prensalibre.com/opinion/Tiburon-tiburon_0_970702937.html

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