Discurso falaz en torno a los bonos

Ayer, en la primera sesión oficial que celebra el Congreso hubo simulacros de retomar la agenda, pero una característica evidenció el proceder perverso de varios congresistas: se rebasó la asistencia promedio de muchas plenarias justo cuando se acrecientan los rumores de acuerdos y compra de voluntades para aprobar ese millonario endeudamiento, lo cual no llegó a ocurrir, quizá porque aún hay cabos sueltos o se espera el momento oportuno para poder disfrazar la agenda.

El oportunismo se hace evidente en el cambio de ciertos congresistas que antes aprobaban un nuevo endeudamiento y ahora dicen plantar férrea oposición, pero entre las mismas bancadas se temen traiciones y simulaciones de deserción, a fin de conseguir el beneplácito oficial y agenciarse de fondos sin manchar sus colores partidarios, aunque jefes de bloques amenazan con una sumaria expulsión de las filas de agrupaciones que cargan con un desprestigio de varios años y que solo pueden seguir por la senda del descrédito.

Lo cierto es que la emisión de estos bonos ha sido satanizada desde su propio origen, cuando ni siquiera el Gobierno pudo plantear un discurso coherente y mantener la versión de cuál sería el destino de esos recursos, algo que el mismo presidente fue el primero en desvirtuar y dejó mal parado al ministro de Comunicaciones, quien finalmente tuvo que reconocer a medias que de los Q3 mil 500 millones solo Q2 mil millones serán para el pago de la deuda y que los otros Q1 mil 500 millones irán a nuevas inversiones, lo que en buen chapín equivale a obra proselitista.

Nunca en un proyecto de tanto interés para el Ejecutivo se había dado una división tan marcada como ocurre en la actual coyuntura, donde también se ha sumado el sector privado para rechazarlo, principalmente porque en corrillos del Congreso se dice que existe mucha molestia debido a la intención de vender en el exterior tan apetecidos valores, porque, como se acaba de comprobar con el pago de los eurobonos emitidos en el 2002, a una tasa de 9.25 por ciento, los compradores pudieron haber obtenido una ganancia neta cercana a los Q200 millones.

La ambición por el dinero es el centro de muchas de las estériles discusiones que siguen retrasando el inicio de actividades en el Congreso, en una perversa danza de millones que a la larga pagarán los guatemaltecos con sus impuestos, pero que en el fondo se convertirán en recursos frescos para apuntalar la imagen de futuras candidaturas, pero mientras tanto en el Congreso se consolida un grupo de extorsionistas que, encima, tienen la desfachatez de autonombrarse bancada de la dignidad, cuando es lo opuesto.