En el libro Por qué fracasan las naciones, Daron Acemoglu y James Robinson identifican la diferencia entre los países prósperos y los pobres en el carácter incluyente o excluyente de sus instituciones. La idea central es que la relación entre ambos conjuntos de instituciones puede generar un círculo vicioso o virtuoso: instituciones políticas incluyentes –respeto a los derechos civiles y políticos, rendición de cuentas, elecciones libres y transparentes– dan paso al surgimiento de instituciones económicas incluyentes –economía de mercado, derechos de propiedad estables, bienes y servicios públicos de calidad–. Las instituciones económicas excluyentes persisten mientras las instituciones políticas también sean excluyentes. En Guatemala, a pesar de la transición a la democracia iniciada hace más de 30 años, las instituciones políticas y económicas aún no son plenamente incluyentes.
En el caso de las instituciones políticas, la llave del sistema está en los partidos políticos. Estos pueden ser incluyentes si articulan intereses sociales, expresan demandas de grupos sociales, desarrollan programas de Gobierno fundamentados en proyectos de largo plazo y vinculan a los ciudadanos con la clase política. Sin embargo, las prácticas electorales clientelares y la reducida independencia que los partidos guatemaltecos actuales tienen de los poderes privados, convierten a muchos de estos en plataformas mediante las cuales grupos reducidos obtienen beneficios del poder político. Esta búsqueda de beneficios se traduce en corrupción en el sector público y en la utilización del Gobierno, la justicia y la ley, para favorecer a corporaciones privadas, lo cual tiene consecuencias negativas para el desarrollo del país. Aun cuando los pocos beneficiados contribuyan al crecimiento económico, la ausencia de instituciones políticas incluyentes limita la capacidad de que dicho crecimiento se prolongue en el tiempo y, más importante, de que se traduzca en un bienestar generalizado para muchas personas.
Por lo anterior, mejorar el desempeño de los partidos, fortaleciendo sus espacios de democracia interna y su institucionalidad, es una precondición para contar con instituciones políticas más incluyentes. Esto, a la vez, es una condición necesaria para lograr el desarrollo económico. La discusión sobre el desarrollo económico pasa “necesariamente” por una discusión sobre la calidad de los partidos políticos.
Publicado el 28 de mayo de 2014 en www.elperiodico.com.gt por Hugo Novales http://www.elperiodico.com.gt/es/20140528/opinion/248228/
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