Conforme ha pasado el tiempo desde cuando en 1984 comenzó la vigencia de la actual Ley Electoral y de Partidos Políticos, las agrupaciones que postulan candidatos a los diversos puestos de elección popular han comenzado en forma indirecta las campañas. De hecho, la ley no se ha cumplido a cabalidad en este asunto, y en realidad ha sido burlada, porque las vallas publicitarias con los mensajes supuestamente para promover la participación ciudadana son idénticos a aquellos utilizados para llamar al voto.
Sin embargo, nunca como en esta ocasión los partidos se habían lanzado a retar la autoridad del TSE, que por cierto realmente es un tigre de papel, porque en la práctica carece de la fuerza para imponer la ley. Sus multas son verdaderamente simbólicas, y las declaraciones de sus autoridades no provocan preocupación entre los políticos. Debido a ello, el país se encuentra de hecho en plena campaña, a la vista de todos, cuando faltan 21 meses para la primera vuelta de los comicios generales.
En ese escenario de desorden, se ha comenzado a hablar de reformas en la mencionada norma, sobre todo en lo referente a la adquisición de propaganda en los medios audiovisuales. Las condiciones no están claras, pero es fácil deducir que sus cambios pueden tener aparentes buenas intenciones, pero que en la realidad práctica beneficiarán a determinados grupos, y los contratos pueden depender de funcionarios relacionados con los partidos políticos que tienen vínculos con la mayor autoridad electoral.
Por simple lógica, la rebelión de los partidos contra la ley respectiva constituye una evidente prueba de que al llegar al poder actuarán de igual manera con el resto del andamiaje legal del país, dentro de los organismos Ejecutivo y Legislativo. Si a eso se agrega el afianzamiento de la politización de la justicia, se evidencia que Guatemala ya está a pocos pasos de la debacle y de la fuerza bruta como única arma útil que queda a los ciudadanos cuando se sienten afectados de alguna forma en sus legítimos intereses de cualquier tipo.
Las campañas adelantadas e ilegales no nacen solas ni son el resultado de la decisión de alguien de poca o mediana jerarquía dentro de los partidos. Todo lo contrario: emanan de órdenes directas, lo que se puede entender con facilidad a causa de la tradicional organización interna partidista guatemalteca. Ello es lo más preocupante, en realidad, porque demuestra que la dirigencia política nacional considera la ley como un factor de fácil evasión, lo que se complementa con la certeza de la impunidad. En esa forma los partidos y los políticos se convierten en verdugos de la democracia.
Publicado el 03 de diciembre de 2013 en www.prensalibre.com por Editorial Prensa Libre http://www.prensalibre.com/opinion/campana-partidos_0_1040895927.html
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