¿Y la educación?

La corrupción no se reduce al robo descarado o técnicamente bien hecho (hasta que se les arruina el negocio). También está corrompida la manera de ver, comprender, definir, planificar y organizar lo que hace el Estado por los derechos económicos, sociales y culturales.

La educación es uno de esos derechos. Y ahora que estamos en un clima de demandas, también debemos ponerle atención a lo educativo. No solo se trata de recordar y preguntar por las mochilas que costaron más de 74 millones de quetzales y no aparecen por ningún lado, ni por cualquier otro negocio. Eso importa pero no es lo único.

Se trata más profundamente de descubrir en profundidad cuáles son las responsabilidades de las autoridades actuales en el desarrollo de un proyecto nacional de educación que, además de responder a las necesidades más visibles y de notoria presión internacional (como alcanzar la cobertura universal en educación primaria), también esté enfocado en el desarrollo social, económico y cultural. Más aún, debemos preguntarnos por lo que se ha hecho o dejado de hacer para hacer que no solo lleguen los niños y niñas a las escuelas, sino que el entorno escolar sea adecuado, propicio y posibilitador de su desarrollo personal y colectivo.

¿Cuánto ha hecho este gobierno para transformar profundamente el sistema educativo? Dirán que dieron el gran paso, el apetecido por administraciones anteriores y por organismos internacionales, el de trasladar la formación inicial docente al nivel superior. Pero, ¿ha sido hecho de una manera que realmente sea transformador del sistema? ¿Qué respuestas han tenido, con una visión de Estado, a los miles y miles de jóvenes que ni se graduarán de docentes, ni entrarán a la universidad pública, ni podrán pagar una universidad privada, ni encuentran un trabajo decente? ¿No es también corrupción abandonar a un enorme grueso de la juventud guatemalteca para acatar e implantar visiones que no necesariamente son las que convienen en nuestra sociedad?

También es corrupción criminalizar a las y los líderes estudiantiles, desde el discurso amenazante y ofensivo, hasta las disposiciones legales (como el Acuerdo 1505-2013). A las y los jóvenes los amenazaron, los desacreditaron y les desbarataron y destruyeron sus organizaciones. Eso es tan grave como robar dinero, porque corroe el alma de una nueva cultura política.

Imponer visiones de educación sin participación ciudadana plena es el modelito fallido y vergonzoso de la “mano dura” en el Ministerio de Educación. No solo no han tenido la capacidad ni la actitud para dialogar y construir entretejidos por el bien de la educación, sino que minimizan las pocas y pequeñas formas de participación como el Consejo Nacional de Educación.

Y qué decir de la falta de apoyo concreto a distintas iniciativas como las aulas Crea, apoyadas por Save The Children, Pennat en el mercado La Terminal, o Pami por la niñez excluida. Acciones como esas no son apoyadas, pero tampoco el ministerio hace verdaderas acciones por la niñez marginada.

¿Y la educación integral en sexualidad, y los privilegios a colegios grandes sin atender el aporte de los pequeños? ¿Y la educación secundaria?

Pero hay dos preguntas que son lo más importante y urgente: ¿Y la educación bilingüe intercultural? ¿Y la priorización de la educación inicial y preprimaria? Porque allí están los soportes para el aprendizaje en nuestro sistema educativo. ¿Qué han hecho allí?

También en educación hay motivos para la indignación.

 
 Publicado el 26 de mayo de 2015 en www.s21.com.gt por Carlos Aldana Mendoza
 http://www.s21.com.gt/gaia/2015/05/26/educacion

 

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