La pena de muerte es garantía de vida para los ciudadanos honestos.
En el debate sobre la pena de muerte, la gran mayoría de argumentaciones en contra son construidas buscando dar soporte jurídico a una convicción moral o religiosa. Los opositores sostienen que toda pena debe tener efecto disuasorio y orientarse a la rehabilitación y reinserción social del delincuente y señalan que en países con pena de muerte no ha disminuido la criminalidad, siendo en algunos más alta que en países sin pena de muerte. Afirman asimismo que pueden darse casos de inocentes condenados por error sin posibilidad de enmienda.
A quienes favorecen la pena de muerte no les parecen pertinentes o relevantes esos argumentos, porque creen que hay delincuentes cuya reincidencia, violencia y peligrosidad evidencian que no es posible su rehabilitación y reinserción, resultándoles también evidente que constituyen un peligro para la sociedad aun si son encarcelados, más aún si el sistema no puede garantizar que no se escapen y que no participen en actos delictivos mientras están presos.
La consideración de que la pena de muerte no es disuasiva y que no tiene incidencia en los índices de criminalidad no son relevantes, pues no se quiere disuadir a alguien, sino la eliminación física de un delincuente extremadamente violento y peligroso. Se busca borrarlo de la sociedad, librar a la sociedad del peligro de que escape o delinca mientras está preso. Por poco que sea su fuerza disuasoria o su incidencia en disminución de criminalidad, el objeto principal buscado es eliminar ese particular delincuente, irrehabilitable y permanentemente peligroso.
Error no puede haber, si solo se impone a los delitos más graves y violentos y con plena prueba, no por indicios o presunciones. Error sería no imponerla y dejar que inocentes ciudadanos sean sus víctimas si escapa o delinque mientras preso o al cumplir una pena de prisión.
La pena de muerte es garantía de vida para los ciudadanos honestos. Las estadísticas que vale la pena revisar es la reincidencia de los criminales violentos, que continúan delinquiendo desde las cárceles.
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