La depuración pendiente

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Para efectos prácticos, hoy es el último día del período constitucional 2012-2016: tanto el poder Ejecutivo como el Legislativo salientes viven hoy su última jornada laboral completa.

Imaginamos a más de una lectora o lector de estas líneas, esbozando una sonrisa irónica cuando sus ojos pasaron sobre las últimas tres palabras del párrafo anterior: “jornada laboral completa”. Ironía más que pertinente, sobre todo tratándose del Legislativo, cuyos integrantes se ganaron a pulso el mayor descrédito de que se tenga memoria en el Congreso de la República.

Esta afirmación, seguramente injusta para las y los legisladores cuya labor honrada son la excepción de la regla, está lejos de ser gratuita: una elemental estadística revela que en cuatro años de la Séptima Legislatura únicamente aprobó 89 decretos, para un promedio de 22 por año. Pero no se crea que esa exigua producción fueron leyes novedosas: en realidad estas últimas únicamente fueron 19, poco menos de cinco por año.

Hace algunos meses, el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales estimó en Q 4.3 millones la erogación presupuestaria por cada diputado en 2014. Esto hace un total de Q 679.4 millones, únicamente para ese año. Suponiendo constante esa cifra, resulta una erogación de Q 2,717.6 millones en el cuadrienio y un costo por decreto de Q 30.5 millones.

En un país en el cual 9.5 millones de personas viven en condiciones de pobreza y donde cinco de cada diez niños menores de cinco años padecen desnutrición crónica, esas cifras legislativas son obscenas, son motivo de vergüenza nacional.

Hasta esos niveles de degradación ha llegado el remedo democrático, que en los últimos cuatro años vivió los momentos más bochornosos. Con el agravante, en el caso del Legislativo, de que allí no se produjo la depuración demandada por la ciudadanía indignada.

Es sabido que los mismos legisladores contribuyeron a bloquear las reformas mínimas y necesarias a la Ley Electoral y de Partidos Políticos, precisamente para que en los comicios de septiembre último nos viésemos obligados a votar, que no elegir, por la misma partidocracia en crisis.

El resultado, también conocido, es que estamos a las puertas del establecimiento de una Octava Legislatura en la cual no solo hay un alto riesgo de que se reproduzcan los males señalados, sino que se agraven.

Mañana se instalará un Congreso de la República atomizado, por no decir pulverizado, con ínfimas mayorías parlamentarias, guiadas por liderazgos débiles y carentes de proyectos de nación, suficientemente desarrollados como para articular iniciativas que vayan más allá del interés estrecho, cuando no dominado por las prácticas clientelares, basadas en los arreglos en lo oscurito.

Ese panorama poco estimulante de un Congreso que inicia con al menos una solicitud de antejuicio, sin siquiera haberse instalado, es un recordatorio a la ciudadanía: la tarea no está terminada, hay una depuración pendiente.

La auditoria social debe ponerse en marcha: la forma en que se conduzcan los partidos en la elección de la nueva Junta Directiva del Congreso dará la pauta de cuánto y dónde deben apretarse las tuercas.

Publicado el 13 de enero de 2016 en www.s21.com.gt por Editorial Siglo21
http://www.s21.com.gt/editorial/2016/01/13/depuracion-pendiente

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